Mirna y los Colores del Mundo
En una colorida isla de Puerto Rico, vivía una talentosa pintora llamada Mirna Baez. Desde pequeña, Mirna había sentido una conexión especial con los colores. Su madre siempre le decía: "Mirna, los colores tienen el poder de contar historias. Y tú tienes el don de hacerlo".
Mirna pasaba horas en su pequeño estudio, un rincón lleno de pinceles, lienzos y botes de pintura. Un día, mientras pintaba un hermoso atardecer, su vecina Luisa entró en la habitación.
"¿Qué haces, Mirna?" - preguntó Luisa, con curiosidad.
"Estoy tratando de capturar la belleza de esta tarde. Los colores me inspiran" - respondió Mirna.
"¿Puedo ayudarte?" - pidió Luisa, emocionada.
Juntas comenzaron a mezclar colores, creando tonos nunca antes vistos. De repente, un brillo especial apareció en la mezcla y un nuevo color emergió.
"Mirá, ¡creé un color mágico!" - exclamó Luisa.
"Sí, ¡es impresionante! Debemos mostrarlo a los demás" - dijo Mirna entusiasmada.
Decidieron organizar una pequeña exposición para mostrar su obra, invitando a todos los vecinos. Cuando llegó el día, el patio se llenó de risas y sorpresas. Todos admiraban la variedad de colores que Mirna y Luisa habían creado.
"Esto es un verdadero arcoíris de emociones" - dijo Don Pablo, el abuelo del barrio.
"Cada color cuenta una historia diferente" - añadió la mamá de Mirna.
Sin embargo, en medio de la celebración, una nube oscura apareció en el cielo, y comenzaba a llover.
"Oh no, nuestro arte se va a arruinar" - dijo Mirna, preocupada.
"No te preocupes, Mirna. Los colores también buscan nuevas aventuras" - respondió Luisa.
Entonces, decidieron llevar sus obras a un lugar cubierto: la biblioteca del barrio. Allí, continuaron pintando mientras todos escuchaban la historia de cada color. Al finalizar, Mirna tuvo una idea brillante.
"¡Podemos crear un mural en la pared de la biblioteca!" - sugirió.
"¡Sí! Así los colores vivirán para siempre" - exclamó Luisa.
Con la ayuda de todos los vecinos, comenzaron a pintar el mural. Cada persona aportó su propio toque y los colores crecieron y brillaron como nunca antes.
"Miren cuánto color tenemos aquí, ¡esto es una verdadera obra de arte colectiva!" - gritó Mirna, llena de alegría.
"Esto demuestra que, juntos, podemos crear algo aún más hermoso" - agregó Luisa.
Al final del día, Mirna se dio cuenta de que los colores no solo eran una forma de arte, sino un símbolo de unión.
"Los colores nos unen, y cada uno de nosotros trae su propia luz" - reflexionó Mirna mientras miraba su mural lleno de colores vibrantes.
Desde ese día, la biblioteca se convirtió en un lugar donde los niños y adultos podían contar sus historias a través del arte. Y así, Mirna siguió pintando y compartiendo su pasión, enseñando a todos que cada color tiene su propio lugar en el mundo, tal como nosotros.
Y así, en un rincón de Puerto Rico, Mirna Baez no solo era una pintora, sino también una maestra de colores y sueños, mostrando a todos que juntos podían crear un mundo más colorido y hermoso.
FIN.