Misterio Mayordomo y el Robo en la Biblioteca



En un pequeño y bullicioso pueblo argentino, había un mayordomo muy particular llamado Don Esteban. Conocido por todos como Misterio Mayordomo, tenía un talento especial para resolver intrigas y misterios. Pero no sólo eso, era un apasionado de los libros y la lectura. Un día, en la biblioteca del pueblo, ocurrió algo terrible: ¡desapareció un valioso libro antiguo!

- ¡Por Dios, Don Esteban! - gritó la bibliotecaria, la señora Clara, mientras buscaba a su alrededor. - El libro de las maravillas ha desaparecido. Es un tesoro para nuestra biblioteca.

- No se preocupe, señora Clara - respondió Don Esteban con una sonrisa confiada. - Vamos a encontrarlo. Primero, necesito hablar con todos los que estaban aquí ayer cuando el libro fue visto por última vez.

Don Esteban se puso su sombrero de detective y comenzó su investigación. Primero, se acercó a un grupo de niños que siempre pasaban su tiempo en la biblioteca. Uno de ellos, un niño llamado Pedro, parecía nervioso.

- Pedro, ¿viste algo extraño ayer? - preguntó Don Esteban.

- Bueno, sí... - titubeó Pedro. - Vi a un hombre extraño con un abrigo largo. Entró en la biblioteca, pero no salió con el libro.

Intrigado, Don Esteban decidió investigar.

- Y tú, Ana, que siempre tienes el ojo atento, ¿viste algo? - continuó.

- Yo lo vi también - dijo Ana, ajustándose las gafas. - Estaba hojeando otros libros y parecía muy interesado en lo que había.

Don Esteban tomó nota de los detalles, mientras los niños compartían sus momentos en la biblioteca. Se dio cuenta de que podían ayudar mucho más.

- ¿Qué les parece si hacemos una búsqueda del tesoro? - propuso Misterio Mayordomo. - Así podremos descubrir más pistas.

Los niños se entusiasmaron y comenzaron a hacer preguntas y crear un mapa de la biblioteca. Mientras tanto, Don Esteban revisaba todos los rincones donde el misterioso hombre pudo haber estado.

- Necesitamos revisarlo todo - les dijo. - ¡Ningún rincón debe quedar sin investigar!

Los niños siguieron las instrucciones de Don Esteban, y juntos encontraron una pequeña pista: un trozo de tela que parecía ser del abrigo del extraño.

- ¡Esto es una pista! - exclamó Don Esteban. - Ahora tenemos que descubrir a quién pertenece.

Decididos, fueron a preguntar a los comerciantes del pueblo. Uno de ellos, el carnicero, recordó haber visto al hombre en su tienda.

- Llevaba un sombrero raro, ¿no? - agregó el carnicero. - Le pregunté, y dijo que venía de una ciudad lejana.

Don Esteban sintió que estaban cerca de descubrir la verdad. Regresaron a la biblioteca y se volvieron a reunir.

- Ahora tenemos que pensar como detectives - dijo Misterio Mayordomo. - Si él es el ladrón, debe tener un motivo.

Los niños comenzaron a pensar en voz alta.

- Tal vez quería el libro porque sabe que tiene un gran valor - sugirió Ana.

- O tal vez lo busca para venderlo - agregó Pedro.

De pronto, pintó una teoría en su mente.

- ¡Acompáñenme! - gritó Don Esteban. - Debemos buscar en la plaza, ¡tal vez le vean allí!

Y efectivamente, allí estaba el hombre del abrigo. Misterio Mayordomo se acercó sigilosamente, acompañado por los niños que lo seguían con ruidos de zapato.

- ¡Alto! - exclamó Don Esteban, colocando sus manos en la cadera. - ¿Qué haces con ese libro?

El hombre se sorprendió al verlos, pero luego bajó la vista, y en un gesto de sorpresa, se dio cuenta de que no había escapatoria.

- No quería hacer daño - dijo el hombre con voz temblorosa. - Solo… sólo quería leerlo. Mi familia no tiene libros y anhelaba que mis hijos conocieran la maravilla de leer.

Misterio Mayordomo se sintió conmovido por sus palabras.

- ¿Por qué no lo dijiste antes? Podrías haber pedido ayuda - le dijo.

El hombre bajó la cabeza, avergonzado.

- Lo siento, no sabía cómo...

- Está bien, - dijo Don Esteban. - Solucionemos esto juntos. Te invito a que vengas a la biblioteca, donde hay muchos libros para disfrutar. Y también podrías ayudarme a cuidarlos.

El hombre sonrió con lágrimas en los ojos, agradecido.

- ¡Gracias! Prometo que nunca volveré a robar. Quiero aprender y compartir con mis hijos.

Don Esteban sonrió, satisfecho de haber resuelto el misterio y, además, de haber ayudado a alguien en apuros. En ese momento no solo recuperaron el libro, sino que además abrieron las puertas a la comunidad y la posibilidad de que todos disfruten juntos de la magia de la lectura.

Desde aquel día, la biblioteca se llenó de risas y nuevas historias, mientras Don Esteban y los niños seguían disfrutando de su pasión por los libros. Y nunca olvidaron que a veces, una aventura puede salir de un misterio con un final feliz.

FIN.

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