Mocos y Amistad
Había una vez una niña llamada Laura, quien tenía una extraña costumbre: le gustaba comerse los mocos. No importaba dónde estuviera o quién la estuviera observando, siempre encontraba la manera de saborearlos.
Sus amigos y familiares no entendían por qué hacía eso, y algunos incluso se burlaban de ella. Un día, mientras Laura estaba en el parque jugando con sus amigos, un nuevo niño llamado Martín se acercó a ellos.
Martín era un chico muy inteligente y curioso que siempre buscaba aprender cosas nuevas. Se dio cuenta de que algo intrigante sucedía con Laura y decidió investigar. "Hola Laura", dijo Martín amablemente. "He notado que tienes una costumbre diferente a las demás personas.
¿Puedes explicarme por qué te gusta comer tus mocos?"Laura se sonrojó y bajó la mirada tímidamente. Nunca antes alguien había mostrado interés en entenderla. "No sé por qué me gusta hacerlo", admitió Laura con voz baja. "Simplemente...
me resulta satisfactorio". Martín reflexionó sobre lo que acababa de escuchar y decidió ayudar a su nueva amiga a superar esta peculiar costumbre.
"Laura, entiendo que te sientas satisfecha al hacerlo, pero tal vez podrías encontrar otra forma más saludable de sentirte bien contigo misma", sugirió Martín amablemente. Laura lo miró sorprendida pero interesada en lo que él tenía para decirle.
Martín continuó: "¿Qué tal si intentamos encontrar actividades divertidas para hacer juntos? Así podrías distraerte de tus ganas de comer mocos y descubrir algo nuevo que te haga sentir bien". Laura pensó en la propuesta de Martín y decidió darle una oportunidad.
Juntos, comenzaron a explorar diferentes hobbies como pintar, jugar al fútbol, leer cuentos e incluso hacer experimentos científicos simples. A medida que Laura se enfocaba en estas nuevas actividades, sus ganas de comerse los mocos disminuyeron poco a poco.
Descubrió que había muchas cosas interesantes por hacer y aprender, y eso le brindaba una gran satisfacción. Con el tiempo, Laura se dio cuenta de lo mucho que había cambiado su vida desde que conoció a Martín.
Ya no sentía la necesidad de comerse los mocos porque había encontrado otras formas más saludables y divertidas de sentirse bien consigo misma. Un día, mientras estaban jugando en el parque nuevamente, Laura le agradeció a Martín por haberla ayudado tanto.
"Martín, gracias por ser mi amigo y por enseñarme a encontrar otras maneras de sentirme satisfecha", dijo Laura con una sonrisa radiante. Martín sonrió también y respondió: "De nada, Laura. Todos tenemos nuestras peculiaridades, pero siempre hay opciones para mejorar y crecer juntos".
Desde ese día en adelante, Laura dejó atrás su hábito extraño y se convirtió en una niña llena de energía creativa. Aprendió la importancia de aceptarse tal como era pero también comprendió cómo esforzarse para cambiar aquello que no le hacía bien.
Y así fue como Laura encontró un camino lleno de aventuras maravillosas gracias a su amistad con Martín. Ambos aprendieron valiosas lecciones sobre la importancia de ser comprensivos y ayudarse mutuamente, sin juzgar a los demás por sus peculiaridades.
FIN.