Molly, La tortuga



Había una vez una tortuga llamada Molly que vivía en un hermoso charco rodeado de flores y árboles frondosos. Molly era diferente de las demás tortugas porque siempre soñaba con hacer cosas emocionantes y divertidas. Mientras las otras tortugas se pasaban el día tomando el sol, Molly miraba hacia el horizonte y se preguntaba qué habría más allá de su hogar.

Un día, mientras exploraba los alrededores de su charco, se encontró con su amiga la rana, Rita, que estaba saltando de hoja en hoja.

- “¡Hola, Rita! ¿No te gustaría explorar el mundo más allá del charco? ” - preguntó Molly con entusiasmo.

- “¡Es muy peligroso! Además, ¿para qué salir de aquí? ¡Todo lo que necesitamos está aquí! ” - respondió Rita.

Pero Molly se sintió intrigada por la idea de aventura. Cuando regresó a casa, comenzó a planear su viaje.

Al día siguiente, se preparó con un pequeño equipaje. Se despidió de sus amigos en el charco, que la miraban con dudas.

- “No se preocupen, volveré con historias increíbles para contarles” - les aseguró.

Con valentía, Molly comenzó su aventura. Caminó lento pero firme, y después de un rato notó que el mundo fuera de su charco era increíblemente hermoso: había colinas verdes, ríos burbujeantes y árboles llenos de fruta. Sin embargo, mientras avanzaba, se dio cuenta de que había algo que no podía hacer sola.

Una mañana, se encontró con un río muy ancho que no podía cruzar. Se sentó desanimada en la orilla. En ese instante, conoció a un valiente pato llamado Pablo.

- “¿Qué te pasa, amiga tortuga? ” - le preguntó Pablo.

- “Quiero cruzar este río, pero no sé cómo hacerlo” - suspiró Molly.

- “¡No te preocupes! Te puedo ayudar a cruzar. Solo tienes que subirte a mi espalda y yo te llevaré” - ofreció Pablo.

Molly no lo dudó ni un segundo y, con un poco de miedo, se subió a la espalda del pato.

- “¡Agárrate fuerte! ” - gritó Pablo mientras comenzaba a nadar.

Molly sonreía emocionada mientras cruzaban el río. Una vez que llegaron al otro lado, se despidieron de Pablo, quien le dijo:

- “Siempre hay alguien dispuesto a ayudar, solo hay que pedirles.”

Continuando su camino, Molly se encontró con un grupo de ardillas que estaban intentando alcanzar unas bellotas en una rama alta.

- “¿Necesitan ayuda? ” - les preguntó molly.

- “¡Sí! Pero tú no puedes subir, ¿verdad? ” - dijo una de ellas.

Molly pensó y tuvo una idea:

- “Tal vez si empujamos una rama un poco más baja, podremos alcanzar las bellotas.”

Juntas intentaron y luego de varios intentos lograron conseguir las bellotas. Las ardillas estaban muy contentas y le agradecieron a Molly por su ayuda.

Después de muchas aventuras y nuevos amigos, Molly decidió que era hora de regresar a su charco. Al llegar, todos estaban muy felices de verla.

- “¡Molly! ¡Volviste! ” - gritaron en coro.

- “Sí, y traigo muchas historias y amistades nuevas” - respondió ella con una sonrisa.

Molly compartió sus vivencias, desde la valentía de Pablo hasta su ingenio con las ardillas. Todos estuvieron asombrados y muy inspirados por lo que ella había logrado.

- “Y lo más importante,” - dijo Molly - “siempre hay que apoyar a otros. Nunca sabes cuándo necesitarás ayuda tú también.”

Desde entonces, la pequeña tortuga fue conocida como Molly, la tortuga aventurera. Sus amigos aprendieron que salir de su zona de confort puede ser emocionante, y que ayudar y recibir ayuda es parte de la aventura. Y así, Molly continuó explorando el mundo, creando nuevas amistades y compartiendo siempre su espíritu aventurero con los demás.

Y así termina la historia de Molly, la tortuga, un recordatorio de que, a veces, lo mejor está en el camino que elegimos recorrer.

FIN.

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