Moly, la perrita leal



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires un niño llamado Mathías. Mathías era un chico alegre, curioso y lleno de energía. Su mayor amigo era Moly, una perrita de pelaje marrón con manchas blancas que siempre lo acompañaba en sus aventuras. Moly no solo era su mascota, sino que también era su fiel compañera, siempre dispuesta a protegerlo y a compartir risas.

Un día, mientras jugaban en el parque, Mathías decidió que quería participar en un concurso de talentos que se celebraría el próximo fin de semana.

-Tengo que encontrar una manera de impresionar a todos -dijo Mathías emocionado mientras acariciaba a Moly-. ¡Podríamos hacer algo espectacular juntos!

Moly movió la cola, como si entendiera la emoción de su dueño, y los dos comenzaron a practicar. Mathías pensó en un truco en el que Moly saltara a través de un aro, lo que podía ser realmente asombroso. Durante días, ambos practicaron: Mathías lanzando el aro y Moly saltando a través de él. Sin embargo, a Moly le costaba un poco.

---Vamos, Moly, ¡tú puedes! ... ---decía Mathías con ánimo, mientras la perrita intentaba nuevamente. Pero las cosas no iban como esperaban. El día del concurso se acercaba y Moly no había logrado saltar a través del aro de manera efectiva.

Una tarde, mientras practicaban, Mathías se cayó y se raspó la rodilla. Se puso a llorar, y Moly se acercó a él, lamiéndole la mano.

-¡Ay, Moly! No sé si podemos ganar. Tal vez no deberíamos seguir -dijo Mathías entre lágrimas.

Pero Moly, con su leal mirada, pareció decirle que no se rindiera. Entonces, Mathías tomó un profundo respiro.

-Está bien, sigamos practicando, amiga. Sabes que siempre voy a creer en vos.

Los días pasaron y el concurso fue el siguiente sábado. Mathías estaba nervioso, pero Moly parecía tranquila. Cuando les tocó salir al escenario, el público aplaudía y algunos niños gritaban emocionados. Mathías y Moly estaban listos.

Entonces, Mathías se acercó al aro y movió la mano para animar a Moly.

-¡Vamos, Moly, demostrémosle a todos lo que sabemos hacer!

Moly, con una sonrisa en su rostro, saltó a través del aro, pero de repente, algo inesperado ocurrió: una pelota rodó hacia el escenario y se detuvo justo enfrente de Moly. El público se quedó en silencio.

-¿Qué hacemos ahora? -pensó Mathías-. No podemos perder la oportunidad de mostrar nuestro talento.

Entonces, tuvo una idea brillante.

-Moly, ¡saltá por la pelota y luego por el aro!

Moly, con su instinto leal, corrió hacia la pelota y brincó por encima de ella en un saltito acrobático y, justo después, saltó a través del aro con gracia. El público estalló en aplausos y vítores. Mathías no podía creerlo.

-¡Lo hicimos, Moly! ¡Eres increíble! -gritó Mathías lleno de alegría.

Cuando terminó el concurso, la pareja de amigos no ganó el primer premio, pero ganaron un premio especial por su esfuerzo y trabajo en equipo.

-¡Vimos tu valentía y lealtad! -dijo el jurado sonriendo.

Mathías abrazó a Moly, quien movía la cola felizmente.

-No importa si ganamos o no, Moly. ¡Lo más importante es que disfrutamos juntos!

Moly ladró en señal de acuerdo. Desde entonces, Mathías aprendió que no siempre se trata de ganar, sino de la aventura y el vínculo especial que tenía con su fiel amiga. Juntos, siguieron compartiendo experiencias y creciendo cada día más.

Y así, Moly no solo fue una perrita leal, sino también una maestra de vida para Mathías, enseñándole que la resiliencia y el trabajo en equipo siempre valen la pena.

FIN.

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