Monedas de Esperanza



Había una vez un niño llamado Kambig que vivía en el barrio Florido. Todos los días, Kambig se levantaba temprano y caminaba cerca de 5km para llegar a su escuelita.

A pesar del largo camino, siempre iba con una sonrisa en su rostro. En la escuelita, había otros 30 niños que compartían sueños similares al de Kambig: ayudar a sus papás y hermanitos para que todos pudieran comer y ser felices.

Aunque no tenían mucho, estos niños valoraban lo que tenían y sabían que juntos podrían lograr grandes cosas. Un día, mientras estaban en clase de matemáticas, la maestra les propuso un desafío.

Debían recolectar monedas durante una semana y todo lo recaudado sería destinado a ayudar a las familias más necesitadas del barrio. Kambig estaba emocionado con esta idea y decidió ponerse manos a la obra. Le contó a sus compañeros sobre el desafío y todos se comprometieron a hacerlo lo mejor posible.

Durante toda la semana, los niños buscaron monedas por todas partes: debajo de los sofás, entre los cojines e incluso pidieron ayuda a sus vecinos. Cada día llevaban sus monedas al colegio y las depositaban en una caja especial.

Al finalizar la semana, todos estaban ansiosos por saber cuánto habían recolectado. La maestra abrió la caja frente a todos y quedaron sorprendidos al verla llena hasta arriba de monedas brillantes.

La maestra anunció el monto total recolectado y los niños no podían creerlo. ¡Habían juntado una gran cantidad de dinero! Estaban muy emocionados porque sabían que podrían ayudar a muchas familias con eso. Decidieron formar un comité para decidir cómo distribuir el dinero.

Querían asegurarse de que llegara a las personas que realmente lo necesitaban. Se reunieron durante varias horas, discutiendo y tomando decisiones difíciles. Finalmente, llegaron a un acuerdo.

Decidieron usar el dinero para comprar alimentos y artículos básicos para las familias más necesitadas del barrio Florido. Además, organizaron un día especial en la escuela donde todos los niños llevaron comida extra de sus casas para compartir con aquellos que no tenían suficiente. El día llegó y todos estaban emocionados por poder ayudar.

Kambig se sentía orgulloso de sus compañeros y de todo lo que habían logrado juntos. A medida que entregaban los alimentos a las familias, pudieron ver la felicidad en los rostros de cada uno de ellos.

Saber que estaban haciendo una diferencia les llenaba el corazón de alegría. Desde ese día, Kambig y sus amigos continuaron buscando formas de ayudar a su comunidad.

Organizaron eventos benéficos, recolectaron ropa y juguetes usados para donar, e incluso comenzaron programas educativos para enseñar habilidades útiles a quienes lo necesitaban. La historia de Kambig y sus amigos se hizo famosa en todo el barrio Florido.

Su espíritu solidario inspiró a otros a tomar acción y trabajar juntos por un futuro mejor. Y así fue como estos valientes niños demostraron que, sin importar cuán pequeños o grandes seamos, siempre podemos hacer una diferencia en la vida de los demás.

Con amor, solidaridad y trabajo en equipo, lograron ayudar a sus papás y hermanitos para que todos pudieran comer y ser felices.

FIN.

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