Mónica y el Árbol Mágico
Era una tarde soleada de diciembre cuando Mónica se despertó con una emoción que le daba mariposas en el estómago. Sabía que se acercaba la época más linda del año: la Navidad. Desde que tenía memoria, su familia siempre había tenido la hermosa tradición de colocar el árbol de Navidad juntos. Cada año, Mónica esperaba con ansias esa jornada, llena de risas y amor.
- ¡Hoy es el día! - exclamó Mónica mientras se vestía rápidamente.
Su mamá, Carmen, le respondió desde la cocina:
- Exactamente, querida. Ya tengo todo listo para que empecemos. ¡Tu papá está trayendo el árbol!
Mónica no podía contener su alegría. Cuando su papá, Eduardo, llegó con el árbol de Navidad, le brillaban los ojos mientras decía:
- ¡Miren qué bonito está! Este año es más grande que el del año pasado.
El árbol, lleno de ramas verdes y frescas, olía a pino y a Navidad.
Mónica ayudó a sacar cada adorno de la caja, una caja que tenía historias dentro. Había una estrella que había hecho en el jardín con su abuela, un reno de cartón que había decorado en la escuela, y unas bolitas brillantes que su hermano Lucas había pintado cuando era pequeño.
- Cada adorno tiene un recuerdo especial - dijo Mónica con nostalgia, mientras sostenía la estrella en sus manos.
La familia se puso a trabajar, decorando el árbol con entusiasmo. Pero justo cuando iba a colocar la estrella en la cima, algo pasó. La estrella comenzó a brillar intensamente.
- ¡¿Qué es eso? ! - gritó Lucas, que había estado más preocupado por jugar con su pelota que ayudar con el árbol.
- ¡Es la estrella! - respondió Mónica, asombrada, con los ojos bien abiertos.
Y de repente, la estrella habló.
- ¡Hola, Mónica! ¡Soy la estrella mágica de la Navidad! ¡He venido a ayudarte!
Mónica no podía creer lo que escuchaba.
- ¡Esto es increíble! - dijo ella, mirando a su familia. Todos estaban tan sorprendidos como ella.
- Esta Navidad, quiero que hagas algo muy especial. Piensa en un deseo que quieras cumplir en tu familia - continuó la estrella.
Mónica pensó por un momento. Quería que todos en su familia estuvieran felices y unidos.
- ¡Quiero que todos en la familia pasemos más tiempo juntos y que nos apoyemos siempre! - dijo Mónica con determinación.
La estrella brilló aún más y respondió:
- Ese es un deseo maravilloso, Mónica. Para cumplirlo, deberás organizar una sorpresa para cada miembro de tu familia. Ellos deben sentir tu amor y alegría.
Con el apoyo de la estrella, Mónica se armó de valor y decidió sorprender a su familia. Comenzó a planear pequeñas sorpresas para su mamá, su papá y Lucas.
- Voy a cocinar su plato favorito y dejar una nota en la mesa - decidió para su mamá.
Para su papá, pensó en hacer una noche de juegos de mesa, como cuando era más pequeño. Y para Lucas, prepararía un día de películas con palomitas y su postre favorito.
Pero, cuando Mónica compartió su idea con la estrella, se dio cuenta de que organizar sorpresas no era tan fácil como parecía. Tener en cuenta lo que a cada uno le gustaba y salvar tiempo para llevarlas a cabo fue un gran desafío.
- ¡Tengo que seguir adelante! - se dijo Mónica a sí misma, mientras trabajaba en su cocina.
El día de Navidad llegó, y Mónica había preparado todo a la perfección. Su mamá y su papá estaban emocionados. Cuando la familia se sentó a la mesa, los ojos de Mónica brillaban mientras observaba las sonrisas de sus seres queridos.
- ¡Miren! ¡Es la cena que más les gusta! - anunció Mónica con entusiasmo.
- ¡Súper rico! - dijo Lucas mientras comenzaba a comer.
Después de la cena, Mónica llevó a su familia a la sala.
- ¡Ahora a jugar! - sugirió, sacando juegos de mesa que había escondido.
- ¡Genial! - gritó su papá.
Y así pasaron la noche, entre risas y juegos, hasta que llegó el momento de la película. Con mucha alegría, Mónica les dio a todos su sorpresa final: una maratón de películas navideñas.
Finalmente, cuando terminaron de ver la última película, la estrella volvió a brillar de manera brillante en lo alto del árbol.
- ¡Misión cumplida, Mónica! Has traído alegría y amor a tu familia. Recuerda que esos momentos son los mejores regalos de la vida.
Mónica sonrió y sintió un calorcito en el pecho.
- ¡Gracias, estrella! - exclamó ella.
- ¡Siempre estaré aquí para recordarte que la magia de la Navidad está en los momentos compartidos!
Esa noche, Mónica, su mamá, su papá y Lucas se abrazaron fuerte. A medida que el espíritu navideño llenaba el hogar, entendieron que la verdadera magia de la Navidad no estaba solo en los adornos, sino en el amor y el tiempo que compartían juntos. Desde entonces, cada Navidad no solo colocaron el árbol, sino también sembraron amor en sus corazones.
Y así, Mónica siempre recordaría que la mejor tradición de todas era vivir la Navidad en familia.
FIN.