Monopatín de Amistad


Había una vez una nena llamada Sofía, a quien le encantaba jugar con su monopatín. Todos los días después de la escuela, ella salía al parque para practicar sus trucos y mejorar su habilidad en el monopatín.

Un día, mientras estaba haciendo un truco complicado, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Se lastimó el brazo y no podía moverlo bien. Estaba muy asustada porque pensaba que nunca más podría volver a montar en su querido monopatín.

Su mamá la llevó al médico y le dijeron que tenía que usar un yeso por unas semanas para que se recuperara.

Aunque Sofía estaba triste por tener que dejar de patinar por un tiempo, decidió no darse por vencida. "Mamá, ¿podemos ir a ver a los otros niños del parque? Tal vez ellos puedan enseñarme algunos nuevos trucos", dijo Sofía emocionada. Así fue como Sofía conoció a Tomás, un chico mayor que sabía mucho sobre monopatines.

Él le enseñó algunos movimientos nuevos y le dio consejos sobre cómo mejorar su técnica. "Recuerda siempre mirar hacia adelante cuando estés patinando", dijo Tomás.

Sofía siguió practicando todos los días con su brazo enyesado hasta que finalmente llegó el día en que se lo quitaron. Con mucha emoción volvió al parque para mostrarle a Tomás todo lo aprendido durante esas semanas.

Pero algo sorprendente pasó ese día: cuando llegaron al parque encontraron a un niño que nunca habían visto antes. Tenía una silla de ruedas y estaba mirando con tristeza a los otros niños jugar. Sofía se acercó a él y le preguntó si quería jugar con ellos.

El niño, llamado Juan, aceptó la invitación y todos comenzaron a patinar juntos. Sofía enseñó a Juan algunos trucos básicos que podía hacer con su monopatín, mientras Tomás lo ayudaba a moverse en su silla de ruedas.

"¡Esto es genial! Nunca había jugado con un monopatín antes", dijo Juan emocionado. Esa tarde, Sofía aprendió algo importante: no importa cuánto talento tengas o cuántos trucos sepas hacer en tu monopatín, lo más importante es compartir tus habilidades con los demás y ayudarlos cuando necesiten una mano amiga.

Desde ese día en adelante, Sofía siempre se aseguraba de invitar a todos los niños del parque para que pudieran disfrutar del tiempo juntos sin importar sus habilidades o capacidades.

Y así fue como ella descubrió el verdadero significado de la amistad y el espíritu deportivo.

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