Monstruita y la belleza interior



En la ciudad de Mounstropolis, habitaban todo tipo de monstruos: algunos con tres ojos, otros con colmillos afilados y unos más con tentáculos en lugar de brazos.

Todos eran considerados geniales por su aspecto tan peculiar, excepto una familia de monstruos que era diferente. La familia Bonita, como los llamaban en el vecindario, estaba compuesta por mamá Monstrua, papá Monstruo y su pequeño hijo Monstruita.

A diferencia del resto de los habitantes de Mounstropolis, la familia Bonita era increíblemente hermosa. Tenían piel brillante y reluciente, ojos grandes y expresivos, y sonrisas encantadoras. Desde muy pequeño, Monstruita recibía miradas curiosas y comentarios hirientes por parte de sus compañeros monstruos.

"-¡Mira al monstruito bonito! ¡Deberías estar en una pasarela humana!", se burlaban algunos. "-¿Cómo es posible que tenga tanto brillo en la piel? ¡Qué asco!" decían otros. A pesar de las burlas constantes, Monstruita intentaba mantenerse fuerte y feliz.

Sus padres lo apoyaban incondicionalmente pero sabían que algo tenía que cambiar en Mounstropolis para que su hijo pudiera ser aceptado tal como era.

Un día, mientras caminaba por el parque tratando de ignorar las risas a su alrededor, Monstruita escuchó un murmullo proveniente del antiguo árbol mágico del bosque prohibido. Intrigado, se acercó lentamente hasta descubrir a un hada diminuta posada sobre una rama. "-Hola querido Monstruita", dijo el hada con voz melodiosa.

"He escuchado tus penas y quiero ayudarte a encontrar la verdadera belleza dentro tuyo". Monstruita abrió los ojos sorprendido y emocionado por esta nueva amistad inesperada.

El hada le explicó que la verdadera belleza no reside solo en el exterior sino también en el corazón bondadoso y valiente que él poseía. Con renovada esperanza e inspiración, Monstruita decidió enfrentarse a sus temores y demostrarle al resto de Mounstropolis que la belleza va más allá de lo físico.

Armado con valor y determinación, se plantó frente a todos sus compañeros monstruos cuando volvieron a burlarse de él ese mismo día. Con voz firme les dijo: "-Sé que soy diferente a ustedes pero eso no me hace menos valioso ni menos digno de respeto.

"Las palabras de Monstruita resonaron en todo Mounstropolis provocando un silencio sepulcral entre los presentes. Poco a poco comenzaron a reflexionar sobre sus propias actitudes hacia la diversidad y la aceptación.

Finalmente, uno tras otro se disculparon con Monstruita por haberlo juzgado sin conocerlo realmente. La empatía floreció entre los habitantes gracias al coraje del pequeño monstruo bonito. Desde ese día en adelante, Mounstropolis se transformó en una ciudad donde cada monstruo era celebrado por su singularidad sin importar cómo lucieran por fuera.

Y así fue como Monstruita enseñó a todos una valiosa lección: nunca juzgues a alguien solo por su apariencia porque la verdadera belleza radica en el interior.

FIN.

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