Monty el perrito travieso
Había una vez un perrito salchicha llamado Monty que vivía en una casa llena de amor y alegría, con su dueño, Gabriel. Monty era un perro muy travieso, siempre en busca de aventuras y, por supuesto, de delicioso alimento. Gabriel lo adoraba y siempre le daba la mejor comida, pero a veces temía que Monty comiera demasiado, ya que su pancita siempre parecía estar dispuesta a aceptar cualquier bocado.
Un día, mientras Gabriel estaba en la cocina preparando la cena, Monty decidió explorar un poco más allá del jardín. "Voy a ver qué encuentro hoy", pensó Monty, moviendo su colita de emoción.
Salió al patio y luego a la calle, siguiendo el aroma de una rica comida que provenía de la casa de su vecino. Monty, siempre curioso, se dirigió hacia allí y, con un salto ágil, se metió en el jardín de la familia Martínez.
"Hola, perrito. ¿Qué haces por aquí?"-, le preguntó el pequeño Lucas, un niño de la casa.
"¡Vine a ver qué rico huele!"-, respondió Monty, con su inocente cara de travieso.
Lucas decidió convencer a Monty para que se quedara un rato más. "Mirá, tengo un helado, ¿querés un poco?"-, dijo, agitando su cucurucho. Monty, atraído por el helado, no pudo resistirlo y comenzó a saltar de felicidad. Pero cuando se dio cuenta, un grupo de niños llegó corriendo al jardín.
Monty pensó: "¡Oh no! Tengo que esconderme" y se metió detrás de una maceta grande.
"¿Viste a un perrito salchicha?"-, preguntaron los niños.
"No, no lo vi"-, respondió Lucas, mientras sonreía, con un guiño cómplice hacia Monty.
Los niños se fueron, pero Monty se dio cuenta de que había estado tan distraído con el helado que se había olvidado de regresar a casa. Entonces, en un intento por volver rápidamente, decidió entrar a la casa Martínez. Una vez dentro, su nariz lo llevó a la cocina, donde un enorme plato de espaguetis esperaba ser servido.
Monty, que no podía resistir la tentación, subió una silla y comenzó a devorar los espaguetis.
Cuando la señora Martínez apareció, sorprendida, le gritó: "¡Monty! ¿Qué haces aquí?"-
Monty, con la cara llena de salsa, solo pudo responder: "¡Disculpa! Pero todo esto huele tan rico!"-
La señora Martínez, aunque un poco enojada, no pudo evitar reírse de la travesura del perrito. "Parece que deberíamos alimentar a Monty antes de que decida venir a nuestras casas a robar comida"-, dijo, mientras lo acariciaba.
En ese momento, Gabriel, algo preocupado por la tardanza de Monty, decidió salir a buscarlo. Apenas cruzó la calle, vio a su perrito disfrutando de una fiesta de espaguetis.
"Monty!"-, exclamó Gabriel, mientras corría hacia él. "¿Qué te dije sobre no ir a otros patios?"-
Monty se sintió culpable, pero al mismo tiempo, la señora Martínez interrumpió y dijo: "No te preocupes, Gabriel. Solo se estaba haciendo un nuevo amigo. Y bueno, de paso, está disfrutando un poco. ¡Mirá lo feliz que está!"-
Gabriel se rió, sabiendo que su perrito era un travieso, pero también un buen compañero. "Está bien, Monty, pero volvamos a casa, y no olvides que tienes tu propia comida esperándote"-.
Monty, con sus grandes ojos brillantes, comprendió que la comida de casa siempre sería la mejor. Así, se despidieron de Lucas y la señora Martínez, regresando a casa.
Comprendiendo la importancia de seguir las reglas y no ir a lugares que no debía, Monty aprendió que la aventura no tenía que ser peligrosa ni desobediente, sino que podía ser divertida dentro de los límites de su jardín. Desde entonces, cada vez que Gabriel preparaba la cena, Monty encontraba formas de disfrutar de la comida en casa sin salir a buscarla al vecino.
Esa noche, mientras se acurrucaba al lado de Gabriel en el sofá, pensó: "Creo que estar en casa, rodeado de amor y comida rica, es mi lugar favorito"-.
FIN.