Mordisquitos y el picnic gigante mágico



Había una vez un monstruo muy curioso llamado Mordisquitos, que vivía en lo profundo del bosque. A pesar de su aspecto aterrador, Mordisquitos era amable y le encantaba explorar el mundo que lo rodeaba.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Mordisquitos se encontró con una bolsita mágica que brillaba con colores vibrantes.

Al abrirla, descubrió un mantel del tamaño de una cortina, una servilleta tan grande como un televisor, una taza del tamaño de una olla y un rastrillo tan grande que parecía más adecuado para peinar árboles que para peinar cabello. Intrigado por estos objetos extraños y maravillado por la magia que los envolvía, Mordisquitos decidió llevarlos consigo en su próxima aventura al jardín cercano.

Al llegar al jardín, se encontró con sus amigos los pájaros cantores y las flores bailarinas. "¡Hola amigos! ¡Miren todo lo que he traído hoy!", exclamó emocionado Mordisquitos mostrando sus nuevos tesoros.

Los pájaros cantores y las flores bailarinas quedaron sorprendidos al ver los objetos tan peculiares que traía el monstruo. "¡Wow! ¿Para qué sirven esas cosas tan grandes?", preguntó uno de los pájaros curioso.

Mordisquitos sonrió y les explicó: "Con este mantel tamaño cortina podemos tener un picnic gigante para todos nosotros. La servilleta tamaño televisor será perfecta para limpiarnos después de comer. Y la taza tamaño olla la usaremos para beber jugo fresco del jardín".

Todos los amigos se emocionaron ante la idea de tener un picnic especial con tantas cosas divertidas. Comenzaron a extender el mantel-cortina sobre el césped verde y colocaron la taza-olla en el centro para llenarla con jugo de frutas recién exprimido.

Mientras disfrutaban de su picnic gigante, Mordisquitos tuvo una brillante idea: utilizar el rastrillo-para-peine como instrumento musical. Lo tomó entre sus garras y comenzó a rasguearlo como si fuera una guitarra gigante.

"¡Qué melodía más hermosa! ¡Nos haces bailar hasta a las flores!", exclamaron los pájaros cantores y las flores bailarinas animados por la música del monstruo. Así pasaron horas riendo, comiendo y compartiendo momentos inolvidables en aquel jardín encantado donde todo era posible gracias a la imaginación de Mordisquitos y sus amigos.

Al finalizar el día, cuando el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, todos se despidieron con abrazos cálidos y promesas de volver a reunirse pronto para más aventuras extraordinarias en aquel lugar mágico donde cualquier cosa podía cobrar vida gracias al poder de la amistad y la creatividad.

Y así fue cómo Mordisquitos enseñó a sus amigos que no importa cuán diferentes sean las cosas o las personas, siempre hay espacio para compartir momentos especiales si se mira más allá de las apariencias y se abre el corazón a nuevas experiencias llenas de alegría e imaginación.

FIN.

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