Morita y sus amigos valientes



Había una vez una gatita llamada Morita que vivía en un pequeño pueblo. Durante el día, era la gatita más mimosa y tierna que te puedas imaginar.

Le gustaba acurrucarse en el regazo de su dueña y recibir caricias mientras ronroneaba felizmente. Pero cuando caía la noche, Morita se transformaba en una gatita traviesa y aventurera.

Le encantaba explorar los alrededores, saltar de tejado en tejado y perseguir a los ratoncitos que se escondían por las calles del pueblo. Una noche, mientras persiguiendo a un ratoncito juguetón, Morita se adentró tanto en el bosque que terminó perdiéndose. Estaba asustada y no sabía cómo volver a casa. Buscó desesperadamente entre los árboles pero todo parecía igual.

Morita caminó durante horas hasta que finalmente llegó a un claro iluminado por la luna donde encontró a un grupo de animales: un conejito, un erizo y una lechuza.

- ¡Hola! ¿Pueden ayudarme? Me he perdido -dijo Morita con voz temblorosa. - ¡Claro! Estaremos encantados de ayudarte -respondió amablemente el conejito-. Pero primero debemos encontrar la manera de llegar al pueblo desde aquí.

La lechuza miró hacia arriba y dijo:- Si seguimos esta dirección, encontraremos un riachuelo que nos guiará hasta el puente del pueblo. Solo necesitamos tener cuidado con los zorros nocturnos para no ser vistos.

Morita y sus nuevos amigos siguieron el consejo de la lechuza y, con mucho cuidado, atravesaron el bosque hasta llegar al riachuelo. Allí encontraron un pequeño bote abandonado. - ¡Podemos utilizar este bote para cruzar el riachuelo! -exclamó emocionada Morita. Con gran habilidad, el conejito empujó el bote hacia el agua mientras que Morita y los demás subieron a bordo.

Remaron con todas sus fuerzas hasta llegar al puente del pueblo. Una vez en tierra firme, Morita estaba muy agradecida por la ayuda de sus nuevos amigos.

Les dio un abrazo lleno de cariño y les prometió que sería una gatita más responsable a partir de ese momento. Morita regresó a casa junto a su dueña, quien había estado preocupada toda la noche buscándola.

Desde aquel día, Morita dejó de adentrarse tanto en el bosque durante las noches. Aprendió que es importante ser valiente pero también tener precaución para no perderse o meterse en problemas.

La gatita Morita nunca olvidaría esa aventura nocturna y siempre recordaría lo importantes que son los amigos cuando nos encontramos en apuros. A partir de entonces, se convirtió en una gata ejemplar: mimosa durante el día y responsable durante la noche. Y así vivió felizmente junto a su dueña por muchos años más.

FIN.

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