Mufi y el Día del Color
Había una vez un chico llamado Mufi que vivía en un pequeño pueblo lleno de risas, juegos y mucha aventura. Mufi era un chico amable, generoso y con una sonrisa que iluminaba cualquier rincón. Sin embargo, había algo que lo hacía distinto: a Mufi le gustaban los chicos. Pero sus amigos, a quienes quería mucho, no comprendían esto y a menudo se burlaban de él.
Un día, mientras Mufi jugaba en el parque con sus amigos, escuchó comentarios que le hicieron sentir triste.
"No puede ser que a Mufi le gusten los chicos, eso no está bien", dijo Lucas, su amigo más cercano.
"Sí, Mufi, ¿por qué no te gustan las chicas como a todos?", agregó Sofía, riéndose sin maldad pero sin comprender el dolor que causaba.
Mufi se marchó del parque con el corazón pesado. Se sentó bajo un árbol y, mientras miraba las hojas caer, se preguntó si algún día sería aceptado por ser quien realmente era.
La semana siguiente, el colegio organizó el Primer Día del Color, donde todos debían vestirse con los colores del arcoíris. Mufi se emocionó mucho y decidió usar una camiseta brillante que había hecho su abuela, con todos los colores que representaban la diversidad.
Pero al llegar al colegio, se dio cuenta de que muchos de sus amigos llevaban solo colores básicos. Mufi se sintió más extraño que nunca, pero decidió no dejarse llevar por la tristeza. En su corazón sabía que los colores significaban alegría y que cada uno de ellos era especial a su manera.
Durante el recreo, se organizó un concurso de baile con los colores como tema. Los chicos se animaron, y Mufi, entusiasmado, se unió al grupo por primera vez tan feliz.
"Miren a Mufi, ¡se cree el rey del arcoíris!", lanzó Lucas riendo de nuevo.
Sin embargo, cuando Mufi comenzó a moverse y a mostrarles sus mejores pasos, todos quedaron impresionados.
"¡Guau, Mufi! No sabía que sabías bailar así!", exclamó Sofía sorprendida.
"¡Nunca había visto a nadie bailar con tanto orgullo!", dijo Tomi, comenzando a aplaudir.
A medida que los demás chicos se unían al baile, Mufi pudo ver cómo la energía positiva iba llenando el aire. Se sentía cada vez más feliz y libre. Los colores de su camisa comenzaron a brillar más intensamente, como un faro que atraía a sus amigos.
Al final del concurso, el jurado otorgó el primer premio a Mufi. Todos lo abrazaron y lo levantaron entre risas.
"¡Eres el mejor bailarín del colegio!", gritó Lucas, volviendo a brillar la alegría en su voz.
"Y el mejor amigo… Sin importar los gustos de cada uno, Mufi es parte de nuestro grupo", agregó Sofía, sonriendo.
Fue un momento mágico; los abrazos, las risas y la aceptación llenaron el aire. Mufi se sintió tan feliz, finalmente sintiendo el cariño de sus amigos, que ya no le importó lo que dijeran antes.
Esa tarde, mientras regresaba a casa, Mufi sonreía. Había aprendido que ser diferente era una fuerza, no una debilidad, y que la alegría y el amor siempre brillan más cuando son compartidos.
Desde aquel día, sus amigos aprendieron a ser más respetuosos y a aceptar a Mufi por lo que era, un chico increíblemente divertido, lleno de amor y color. La diversidad se convirtió en el tema del pueblo, y así el Día del Color se celebraba cada año, recordándole a todos que cada persona es un matiz importante en el gigantesco arcoíris de la vida.
FIN.