Muñequita Maya y la Princesa Echi



Había una vez en un reino encantado, una pequeña muñequita llamada Maya, que vivía en un estante de una juguetería llena de colores. Maya era una muñequita muy curiosa y soñadora. Cada día, observaba cómo los niños entraban a la tienda, eligiendo a sus juguetes favoritos. A veces, sentía un pequeño nudo en la pancita al ver cómo algunas muñecas eran elegidas, mientras que ella seguía esperando su turno.

Una tarde soleada, mientras el sol iluminaba la juguetería, un pequeño niño entró y se dirigió al estante de las muñecas. Al ver a Maya, su carita se iluminó y exclamó:

"¡Quiero llevarme a esta muñequita!"

Pero justo cuando el niño estaba a punto de pickearla, una hermosa muñeca con corona, llamada Echi, apareció frente a él.

"¡Elige a mí! Soy la princesa más hermosa de todas y juntos viviremos grandes aventuras!" - se lanzó Echi.

Maya observó desde su rincón cómo el niño, deslumbrado por el brillo de la princesa, la elegía a ella sin pensarlo.

"No soy tan especial como Echi..." - se lamentó Maya.

Entonces, Maya decidió que no se daría por vencida. Sabía que tenía un corazón lleno de valentía y amor, así que ideó un plan. Se subió a los estantes más altos y desde allí comenzó a hablar con todos los muñecos de la tienda.

"Necesitamos demostrar a todos que ser diferente también es especial. ¡Que nuestras historias sean escuchadas!" - les dijo entusiasmada.

Los demás muñecos la escucharon y juntos decidieron que debían ayudar a Maya.

Mientras tanto, Echi disfrutaba de su nueva vida con el niño. Un día, mientras jugaban en el parque, de repente una ráfaga de viento sopló, despojando a Echi de su corona. La princesa se asustó.

"¡Oh, no, mi corona! ``` ¡Sin ella no soy princesa!" - grito Echi angustiándose.

En ese momento, Maya y los otros muñecos en la juguetería vieron la escena desde la distancia.

"Mira, Maya, ¡ahora ella necesita ayuda!" - dijo un pequeño dinosaurio de peluche llamado Tino.

Maya no perdió la oportunidad.

"Vamos; es hora de mostrarle a todos que lo que realmente importa son las cualidades que tenemos dentro, no las apariencias." - instó con determinación.

Los muñecos se unieron en un solo movimiento, se bajaron del estante y se deslizaron por las calles hacia el parque.

Cuando llegaron, vieron a Echi tratando de recuperar su corona pero el viento la hacía volar lejos.

"¡Aquí estamos, Echi!" - exclamó Maya.

Todos los muñecos se organizaron y con su ayuda, lograron formar una especie de red con los brazos y alzaron a Maya, quien consiguió alcanzar la corona justo en el momento que el viento la azotaba.

"¡Lo logramos!" - gritó Maya, sosteniendo la corona.

Echi, sorprendida y emocionada, no sabía cómo agradecerles.

"¿Por qué me han ayudado? Pensé que solo era una muñeca hermosa..." - preguntó Echi.

"Porque, aunque seas una princesa, todos somos especiales a nuestra manera. No importa las apariencias, sino cómo tratamos a los demás. ¡Cada uno de nosotros puede ser un héroe!" - respondió Maya.

Echi se dio cuenta de que la verdadera belleza venía de la amabilidad, la valentía y la amistad. Desde ese día, Maya y Echi se hicieron grandes amigas y comenzaron a ayudar a otros muñecos y niños en el parque, organizando juegos y aventuras juntos.

El niño, al ver todo esto, comprendió que cada muñeca tenía su propio valor, y decidió llevarse no solo a Echi, sino también a Maya, la valiente muñequita que había enseñado a todos que ser especial no se trata solo de verse bien, sino de ser una buena amiga y de dar amor.

Y así, juntas, Maya y Echi vivieron muchas aventuras, siempre recordando que lo importante era compartir, ayudar y disfrutar de la diversidad.

"¡Estamos listas para nuestra próxima aventura!" - dijo Echi con una sonrisa radiante.

"¡Sí! Y esta vez, yo seré la princesa de la risa!" - exclamó Mayer entusiasmada.

Y así, entre risas y juegos, las dos han inspirado a todos a ser lo mejor que pueden ser, en un mundo lleno de color y amor.

FIN.

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