Ñ, el ñandú generoso
Había una vez en un bosque encantado, un pequeño ñandú llamado Ñ que soñaba con volar como los pájaros.
A diferencia de sus amigos los conejos y las ardillas, Ñ no podía trepar a los árboles ni saltar muy alto. Siempre se sentía triste al ver cómo las aves surcaban el cielo con tanta libertad y gracia.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Ñ escuchó un suave graznido proveniente de un nido en lo alto de un árbol. Al mirar hacia arriba, vio a una cría de cóndor que había caído del nido y no podía regresar. Sin dudarlo, Ñ decidió ayudar al pequeño cóndor.
Con mucho esfuerzo y astucia, Ñ construyó una escalera con ramas y hojas para llegar hasta el nido. La mamá cóndor observaba desde lejos con preocupación, pero al ver la valentía y determinación de Ñ, decidió confiar en él.
Al llegar al nido, la cría de cóndor estaba asustada pero feliz de ver a alguien dispuesto a ayudarla. Con cuidado, Ñ la tomó en sus patas y comenzó a bajar por la improvisada escalera. Fue entonces cuando una rama se rompió y ambos cayeron al suelo.
Por suerte, nadie resultó herido gracias a la espesa capa de hojas que amortiguaron la caída. La mamá cóndor descendió rápidamente para reunirse con su cría y agradecerle a Ñ por su valentía y generosidad.
"¡Gracias por salvar a mi hijo! Eres verdaderamente especial, Ñ", dijo la mamá cóndor con gratitud en sus ojos. "No fue nada", respondió modestamente Ñ. "Solo quería ayudar". La noticia sobre la valentía de Ñ se extendió rápidamente por todo el bosque encantado.
Los animales lo felicitaban y admiraban por su acto heroico. A partir de ese día, Ñ comprendió que aunque no pudiera volar como las aves, tenía otras cualidades únicas que lo hacían especial.
Desde entonces, cada vez que miraba al cielo azul recordaba aquella aventura junto al pequeño cóndor.
Y aunque seguía soñando con volar algún día, aprendió a valorar quién era realmente: un amigo leal y valiente que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás en momentos difíciles.
Y así fue como el pequeño ñandú llamado Ñ descubrió que no hace falta tener alas para ser un verdadero héroe; basta con tener un corazón noble y generoso dispuesto a hacer el bien sin esperar nada a cambio. Y colorín colorado... ¡este cuento se ha acabado!
FIN.