Nacho, el defensor de los caballos



Nacho era un niño muy curioso y aventurero, siempre estaba buscando nuevas cosas que hacer. A pesar de su corta edad, ya había descubierto una gran pasión: los caballos.

Un día, mientras jugaba en el jardín con su hermanito Octi, Nacho vio a un grupo de caballos pastando en un prado cercano. Su corazón latía con fuerza al ver a esos majestuosos animales correr libres por la pradera. -¡Mira Octi! -exclamó Nacho emocionado-.

¡Esos son los caballos más bonitos que he visto! Octi miró hacia donde señalaba su hermano mayor y se quedó maravillado ante la belleza de aquellos animales. -¿Podemos ir a verlos? -preguntó Octi tímidamente. -¡Claro! -respondió Nacho con una sonrisa-.

Vamos a buscar nuestras bicicletas para ir hasta allí. Los dos hermanos pedalearon con todas sus fuerzas hasta llegar al prado donde estaban los caballos.

Allí se encontraron con un anciano que cuidaba de ellos y les explicó todo sobre esos majestuosos animales. Nacho no podía estar más feliz, él quería aprender todo lo posible sobre los caballos para poder montar en uno algún día. El anciano le enseñó cómo cepillar al animal, darle de comer y cuidarlo adecuadamente.

Pero pronto las cosas tomaron un giro inesperado. Una tarde, mientras paseaban cerca del prado donde estaban los caballos, se dieron cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. Los animales parecían estar inquietos y asustados.

-¿Qué está pasando? -preguntó Nacho preocupado. -No lo sé, pero algo no está bien -respondió el anciano-. Vamos a ver qué sucede.

Cuando llegaron al prado, descubrieron que un grupo de cazadores furtivos estaba intentando capturar a los caballos para venderlos en el mercado negro. El anciano y los dos hermanos se dieron cuenta de que tenían que hacer algo para salvar a esos animales indefensos. -¡Hay que llamar a la policía! -exclamó Nacho con determinación.

Pero el anciano sabía que eso podría llevar tiempo y los cazadores podían escapar con los caballos antes de que llegara la ayuda.

Entonces se le ocurrió una idea brillante: usar las bicicletas de los niños para bloquear la entrada del prado y evitar así que los cazadores pudieran escapar con sus presas. Los tres trabajaron juntos como un equipo perfectamente coordinado. Mientras el anciano distraía a los cazadores, Nacho y Octi movieron sus bicicletas hasta bloquear la entrada del prado.

Los cazadores no tuvieron más remedio que rendirse ante aquellos valientes defensores de los derechos de los animales. Después de ese día, Nacho decidió convertirse en un activista por la protección animal.

Aprendió todo lo posible sobre cómo cuidar adecuadamente a los animales y luchó por defender sus derechos siempre que pudo. Gracias a su amor por los caballos, logró detener muchas actividades ilegales contra ellos en su comunidad local. Esa experiencia marcó la vida de Nacho y Octi para siempre.

Aprendieron que, aunque eran pequeños, podían hacer grandes cosas si trabajaban juntos y luchaban por lo que creían justo. Y así, los dos hermanos se convirtieron en un ejemplo a seguir para todos los niños de su comunidad.

FIN.

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