Nacho y la Casa Encantada
Había una vez, en una época muy lejana, un niño llamado Nacho que esperaba con ansias la noche de Halloween. Era el 31 de octubre, y Nacho se había disfrazado de valiente caballero, listo para recorrer su vecindario pidiendo dulces. En su camino, pasaba de casa en casa, llenando su bolsa de caramelos y golosinas.
Mientras caminaba, llegó a una casa que parecía embrujada. Las ventanas estaban cubiertas de telarañas y se escuchaban ruidos extraños provenientes de su interior. Nacho, aunque un poco nervioso, se armó de valor y decidió tocar la puerta.
"¡Toc, toc, toc!" - llamó con su voz temblorosa.
Para su sorpresa, la puerta se abrió lentamente y apareció una anciana con un gran sombrero puntiagudo y una sonrisa amable.
"¡Hola, pequeño valiente! ¿Te gustaría entrar a mi casa?" - le preguntó la anciana con un tono acogedor.
Nacho se acordó de lo que le hadicho su mamá: no tenía que tener miedo de las cosas extrañas, a veces solo son diferentes. Así que decidió entrar. Una vez adentro, se encontró con un mundo lleno de maravillas. Había frascos con líquidos de todos los colores, criaturas que brillaban y una mesa repleta de dulces que nunca había visto antes.
"¿Qué haces aquí?" - preguntó la anciana mientras llenaba un frasco
"Vine a pedir dulces para Halloween" - respondió Nacho, ahora un poco más cómodo.
"¡Ah, Halloween!" - exclamó la anciana. "Podemos hacer algo especial. ¿Te gustaría ayudarme a preparar unos dulces mágicos?"
Nacho se sintió emocionado. ¡Dulces mágicos! ¿Cómo podría decir que no? Así que la anciana le explicó cómo mezclar los ingredientes.
A medida que trabajaban juntos, Nacho aprendió que cada ingrediente tenía una historia. Les encantaba contar relatos de lugares lejanos y creatureos fantásticos.
"Este caramelo azul es de un bosque encantado, donde las flores cantan y los pájaros cuentan secretos. Y este otro dulce, el rojo, ¡es un recuerdo de la montaña más alta, donde los dragones dormitan!" - decía la anciana mientras agitaba su varita mágica.
Pero de repente, un fuerte viento sopló y apagó las luces, y toda la casa se llenó de sombras. Nacho sintió un poco de miedo, pero recordó las historias de la anciana y su propio coraje.
"No, no, esto no es un cuento de miedo. ¡Es Halloween!" - se dijo a sí mismo, y decidió hacer algo. "¿Puedo ayudar?" - preguntó a la anciana, que parecía preocupada.
"¡Por supuesto!" - dijo la anciana asombrada por la valentía de Nacho. "Dime, ¿qué haremos juntos?"
Nacho miró alrededor y encontró un frasco con polvo brillante.
"Podemos usar esto para iluminar la casa y hacer un hechizo de alegría" - propuso Nacho, lleno de inspiración.
La anciana sonrió y juntos comenzaron a esparcir el polvo brillante por toda la casa. Al instante, la luz volvió y las sombras desaparecieron, revelando figuras de criaturas amistosas que bailaban y reían.
"¡Esto es increíble!" - exclamó la anciana.
"La alegría y la amistad son los mejores hechizos de todos" - sonrió Nacho.
Finalmente, después de mucho trabajo, habían creado dulces mágicos que brillaban con colores vibrantes. La anciana le dio a Nacho una bolsa llena de esos dulces especiales.
"Recuerda, Nacho", dijo la anciana, "la verdadera magia está en compartir y hacer sonreír a los demás. Cada dulce contiene un trocito de nuestra amistad y risas. Llévalos contigo y compártelos en esta noche de Halloween".
Con una gran sonrisa y su bolsa llena, Nacho salió de la casa embrujada, ya no sintiendo miedo sino un nuevo sentido de coraje y amistad. Pasó el resto de la noche compartiendo todos los dulces con sus amigos en el vecindario, creando recuerdos y risas. Así, aprendió que, aunque las cosas pueden parecer extrañas al principio, siempre pueden convertirse en algo hermoso si se enfrenta con coraje y un corazón amable.
Y así, la casa que parecía embrujada se transformó en un lugar de alegría en cada Halloween, recordando a todos que la verdadera magia está en compartir y celebrar la amistad.
FIN.