Nacho y la lección de los Juegos Olímpicos



Nacho era un niño al que no le gustaba perder. Cada vez que no ganaba en algo, se enojaba, lloraba y se frustraba. Sus papás intentaban enseñarle que no siempre se puede ganar, pero Nacho no entendía.

Una noche, mientras exploraba el desván de su casa, encontró una misteriosa caja mágica. Al abrirla, fue envuelto por una luz brillante y de repente se encontró en un lugar desconocido. Era la Antigua Grecia, en los inicios de los Juegos Olímpicos.

Nacho se sorprendió al ver a los atletas competir en distintas disciplinas, pero lo que más le llamó la atención fue la actitud de los participantes.

Decidió acercarse a uno de ellos y preguntarle por qué no se veían enojados ni tristes cuando no ganaban. El atleta, llamado Leonidas, le explicó que en los Juegos Olímpicos no solo se celebraba la victoria, sino también la participación y el espíritu deportivo.

Comprendió que saber perder con gracia y deportividad era tan importante como ganar. Nacho decidió traer esa importante lección de vuelta a su tiempo.

Al despertar en su cama, se dio cuenta de que, aunque ganar era genial, lo más importante era divertirse y aprender de cada experiencia, incluso de las derrotas. Desde entonces, Nacho comenzó a disfrutar más de los juegos y a entender que no siempre se puede ganar, pero que cada competencia es una oportunidad para crecer y mejorar.

FIN.

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