Nacho y los perros amigos



Nacho vivía en una calle tranquila con su familia, pero tenía un problema: le tenía miedo al perro de uno de sus vecinos. El perro se llamaba —"Rocky"  y era un gran pastor alemán.

Nacho había tenido una mala experiencia con otro perro cuando era más joven, lo que le hizo tener miedo a cualquier tipo de canino.

Un día, mientras caminaba por la calle para ir a la escuela, Rocky salió corriendo del jardín de su dueño y comenzó a ladrarle. Nacho se asustó mucho e intentó correr hacia su casa, pero el perro lo seguía sin cesar. Finalmente, Nacho logró llegar a su casa temblando y llorando.

Sus padres trataron de consolarlo y le dijeron que no debía tenerle miedo a los perros porque son animales amigables si se les trata bien. Pero Nacho no podía superar su miedo. Esa noche, antes de dormir, Nacho decidió hacer algo al respecto.

Sabía que no podía seguir teniendo miedo toda su vida y quería encontrar una solución. Al día siguiente, mientras caminaba hacia la escuela acompañado por su amigo Juanito, vio nuevamente a Rocky en el jardín del vecino.

Esta vez estaba atado con una correa larga que le permitía moverse libremente dentro del jardín. "Mira Juanito", dijo Nacho señalando al perro. "Ese es el perro al que le tengo tanto miedo". "No te preocupes", respondió Juanito tratando de tranquilizarlo.

"Yo también tenía miedo a los perros hasta que mi papá me enseñó cómo tratarlos". "¿En serio?", preguntó Nacho interesado. "Sí, es fácil", explicó Juanito. "Lo primero que tienes que hacer es no tener miedo.

Los perros pueden sentir el miedo y eso los pone nerviosos. Además, siempre debes pedirle permiso al dueño antes de acariciar a un perro desconocido". Nacho escuchaba atentamente mientras seguían caminando hacia la escuela.

"También puedes darles una galleta o algo para comer", continuó Juanito. "Los perros aman las galletas y si les das una, se pondrán muy contentos contigo". Esa tarde, después de la escuela, Nacho decidió poner en práctica lo que su amigo le había enseñado.

Fue hacia la casa del vecino con Rocky y le preguntó si podía acariciarlo. El dueño de Rocky sonrió y asintió con la cabeza. Nacho extendió su mano lentamente hacia el perro y comenzó a acariciarlo suavemente detrás de las orejas.

Para su sorpresa, Rocky comenzó a mover la cola felizmente. —"Mira" , dijo Nacho emocionado mostrándole a Juanito lo bien que estaba tratando al perro.

A partir de ese día, Nacho comenzó a visitar regularmente a Rocky en el jardín de su vecino para jugar con él y darle galletas. Poco a poco fue superando su miedo y aprendiendo más sobre los perros.

Un día, mientras jugaba con Rocky en el jardín del vecino, vio pasar por la calle un niño pequeño llorando. Nacho se acercó al niño y le preguntó qué le pasaba. "Perdí a mi perro", respondió el niño entre sollozos. "Se escapó de casa y no lo encuentro".

Nacho recordó su propia experiencia de sentirse perdido y asustado cuando Rocky lo siguió por la calle. Decidió ayudar al niño a buscar a su perro. Con la ayuda de Rocky, Nacho y el niño recorrieron las calles del barrio buscando al perro perdido.

Finalmente, encontraron al pequeño canino debajo de un árbol en un parque cercano. El niño estaba tan feliz que comenzó a saltar mientras abrazaba a su perro.

Nacho se sintió muy bien por haber ayudado a alguien más con la ayuda de Rocky. Desde ese día, Nacho ya no tenía miedo de los perros y se convirtió en un gran amigo para muchos caninos del barrio gracias a sus nuevas habilidades en tratarlos adecuadamente.

Además, aprendió que ayudar a los demás puede ser una experiencia gratificante que te hace crecer como persona.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!