Naciste para Brillar



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía una niña llamada Lila. Desde muy temprana edad, Lila tenía un brillo especial en sus ojos que la hacía destacar entre sus amigos. Siempre le contaba a su madre que quería ser una estrella, pero su madre le respondía con una sonrisa:

"Lila, amor, cada uno tiene su propio brillo en este mundo. Solo tienes que descubrirlo".

Un día, mientras paseaba por el bosque, Lila encontró un viejo libro polvoriento en una cueva. Al abrirlo, unas luces chispeantes salieron de las páginas, y de repente, un pequeño ser luminoso apareció.

"¡Hola! Soy Glim, el espíritu de la luz. He estado buscando a alguien que pueda ayudarme a iluminar este bosque, que ha caído en la oscuridad".

Lila, emocionada, aceptó el reto. Glim le explicó que necesitaban recolectar tres cosas mágicas: una flor dorada, una piedra brillante y un rayo de sol. Juntos partieron en busca de los tesoros.

Su primera parada fue un valle lleno de flores. Allí, se encontraron con un grupo de animales que estaban tristes porque la flor dorada había desaparecido. Lila se acercó a ellos y les preguntó:

"¿Por qué están tan tristes?".

"Hace tiempo, una gran tormenta se llevó nuestra flor dorada. Sin ella, no podemos brillar" - respondió un pequeño conejo.

Lila miró a Glim y le dijo:

"¡Debemos ayudarles!".

Decidieron ir a buscar la flor. Después de mucho buscar, encontraron la flor dorada en un árbol en la cima de una colina. Pero la flor estaba custodiada por un enorme dragón que dormía.

"¿Cómo podemos hacer que el dragón nos deje la flor?" - preguntó Lila.

"Tal vez podamos cantarle una canción para despertarlo" - sugirió Glim.

Lila, aunque un poco nerviosa, se armó de valor y comenzó a cantar una suave melodía. El dragón abrió los ojos y, al escuchar la dulce voz de Lila, decidió ayudarla.

"Si quieres la flor, debes prometer cuidarla y hacer que brille siempre en este bosque" - dijo el dragón.

Lila, emocionada, prometió que siempre la cuidarían. Así, llevaron la flor dorada de vuelta al valle, y los animales saltaron de alegría.

Ahora, la segunda tarea era encontrar la piedra brillante. Glim explicó que la piedra estaba en una cueva profunda, llena de ecos misteriosos. Lila entró, temerosa, pero su curiosidad le dio valentía.

Dentro de la cueva, encontró un gran estanque. Pero cuando se asomó, vio su reflejo y se quedó impresionada. Su luz brillaba intensamente.

"¡Mirá, Glim!" - exclamó Lila "¡Mi reflejo brilla!".

"Eso es porque llevas la flor dorada en tu corazón. Ahora, debemos seguir buscando la piedra" - respondió Glim.

Después de un rato explorando, Lila tropezó con una roca y, al caer, su mano tocó una piedra brillante en el suelo.

"¡La hemos encontrado!" - gritó Lila, llena de alegría.

Con la flor dorada y la piedra brillante, solo les faltaba el rayo de sol. Glim le dijo a Lila que debían subir la montaña más alta, donde el sol brillaba con fuerza.

Juntos comenzaron a escalar la montaña. A medida que subían, Lila empezó a sentir que estaba cansada y dudó de conseguirlo.

"¿Y si no puedo llegar hasta la cima?" - preguntó, preocupada.

"Recuerda, Lila, que naciste para brillar. Tu luz interior te guiará" - le respondió Glim, con un brillo en sus ojos.

Estas palabras hicieron que Lila se sintiera motivada. Con determinación, siguió subiendo, hasta que finalmente llegaron a la cima. Cuando el sol brilló sobre ellos, Lila cerró los ojos y sintió un rayo de luz que la envolvía.

"¡Lo hemos logrado!" - gritó Lila, llena de felicidad.

Regresaron al bosque con los tres tesoros. Juntos, Lila y Glim sembraron la flor dorada, colocaron la piedra brillante en la cueva de los ecos y capturaron el rayo de sol en un frasco especial. Al instante, el bosque se iluminó con colores vibrantes y una energía cálida y alegre.

Los animales, agradecidos, organizaron una gran celebración para Lila y Glim. Todos se unieron y bailaron bajo el resplandor de la luz. Lila comprendió que no solo había ayudado a los demás, sino que también había descubierto su propio brillo interior.

Al final de la celebración, el dragón se acercó y dijo:

"Tu luz ha devuelto la alegría a este bosque y a todos sus habitantes. Nunca olvides que naciste para brillar, Lila".

Desde aquel día, Lila se dedicó a cuidar el bosque y a enseñar a otros a encontrar su propio brillo. Siempre recordaba las palabras de Glim y el dragón, y así, cada nuevo día, iluminaba el mundo que la rodeaba con su luz especial. Y con cada aventura, su brillo se hacía más fuerte y más hermoso.

Y así, el pueblo nunca olvidó la historia de Lila, la niña que nació para brillar y que, al ayudar a otros, descubrió la luz que siempre había llevado dentro.

FIN.

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