Nahiara y el poder de ser ella misma



Había una vez una niña llamada Nahiara, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes. Nahiara era una niña muy especial, tenía el pelo rizado como un resorte y unos ojos brillantes como el sol.

Pero a pesar de su belleza única, Nahiara siempre se preocupaba por lo que los demás pensaran de ella. Todos los días, Nahiara iba a la escuela con su mochila llena de libros y lápices nuevos.

Le encantaba aprender cosas nuevas y compartir sus conocimientos con sus amigos. Sin embargo, cada vez que se encontraba con otros niños en el recreo, sentía que no encajaba.

"¿Por qué siempre están hablando de las mismas cosas?" -se preguntaba Nahiara para sí misma-. "Tal vez si actúo como ellos, podré ser aceptada". Entonces Nahiara comenzó a cambiar su forma de ser para tratar de agradar a los demás niños.

Se puso ropa igual a la de sus compañeros e intentó hablar sobre los temas que ellos discutían. Pero cuanto más intentaba ser como ellos, más infeliz se sentía.

Un día soleado, mientras caminaba por el parque después del colegio, Nahiara encontró un árbol viejo y sabio bajo el cual decidió descansar. El árbol parecía tener muchas historias para contar y sus ramas le hacían cosquillas cuando soplaba el viento.

Nahiara miró alrededor y se dio cuenta de lo hermoso que era ese lugar: las flores bailaban al compás del viento y los pájaros cantaban melodías alegres. En ese momento, Nahiara comprendió que la belleza del mundo no se trataba de ser como los demás, sino de ser ella misma.

"¡Soy asombrosa tal como soy!" -exclamó Nahiara con una sonrisa en el rostro-. "No necesito cambiar para que los demás me acepten".

A partir de ese día, Nahiara decidió abrazar su singularidad y compartir su amor por las cosas hermosas con todos los niños del pueblo. Les enseñaba sobre las flores y los pájaros, les contaba historias sobre sus aventuras bajo el árbol sabio y les recordaba lo maravilloso que era ser ellos mismos.

Los demás niños comenzaron a darse cuenta de lo especial que era Nahiara y cómo su alegría contagiaba a todos a su alrededor. Pronto, se convirtió en la niña más querida del pueblo. Pero lo más importante fue que Nahiara aprendió a amarse a sí misma.

Ya no se preocupaba por lo que pensaban los demás porque sabía que siempre sería amada por sus padres, quienes siempre le recordaban cuán especial era para ellos.

Desde aquel día, Nahiara vivió felizmente rodeada de amigos verdaderos y dejando huellas de amor y alegría allá donde iba. Y así termina nuestra historia, recordándonos que cada uno es único y valioso tal como es. No debemos preocuparnos por complacer a otros si eso significa perder nuestra propia esencia.

Todos somos asombrosos a nuestra manera y merecemos sentirnos felices siendo amados por quienes nos quieren de verdad.

FIN.

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