Nahir y el Mar de Emociones



Era un día soleado en la escuela, y todos los estudiantes de la clase de cuarto grado estaban muy emocionados. La maestra Carla había anunciado que hoy harían una actividad especial: un torneo de juegos de mesa. Todos estaban ansiosos por participar, menos Nahir, que se sentó en su banco con cara de enojada.

A su alrededor, sus compañeros reían y comentaban sobre qué juego les gustaría jugar. Sin embargo, Nahir no parecía tener ganas.

"¿Por qué estás tan enojada, Nahir?" - le preguntó su amiga Sofía, mientras ajustaba su pañuelo.

"No sé..." - respondió Nahir, cruzando los brazos "Hoy me siento mal porque no tengo ganas de jugar."

Sofía se acercó a Nahir y le sonrió con complicidad. Ella sabía que algo le preocupaba a su amiga.

"¿Acaso te pasó algo?" - indagó Sofía, mientras miraba atentamente a Nahir.

Nahir suspiró y comenzó a contarle sobre cómo había estado tratando de aprender a jugar ajedrez, pero todos sus amigos ya eran mucho mejores que ella.

"No me gusta perder, y tengo miedo de que se rían de mí.--"

Sofía pensó un momento y le dijo:

"Pero perder es parte del juego, Nahir. Todos empezamos desde algún lado. ¡Incluso yo he perdido muchas veces! Lo importante es divertirse y aprender. A mí me gusta aprender de mis errores."

Nahir hizo una mueca. Todavía se sentía incómoda con la idea. En ese momento, Mauro, un chico de su clase, se acercó mientras cargaba un enorme tablero de ajedrez.

"¡Vamos, Nahir! Vení a jugar con nosotros. No te preocupes si no sabes jugar bien, ¡te podemos enseñar!" - dijo con entusiasmo.

Nahir miró a Mauro y pensó que tal vez sería bueno intentarlo. Después de todo, no quería perderse la diversión solo por miedo a perder.

"Está bien, lo intentaré. Pero ¡no se rían de mí!" - dijo con un tono de desafío, pero su rostro comenzaba a relajar.

Así que, con un poco de nervios, Nahir se unió al grupo. Mauro y Sofía la guiaron en cada movimiento del juego, mostrándole y explicándole cómo funcionaban las piezas. A medida que avanzaba el partido, Nahir se dio cuenta de que no era tan difícil y que, sobre todo, ¡estaba disfrutando!

De repente, un giro inesperado ocurrió: ¡Nahir estaba a punto de ganar! Pero justo antes de que pudiera hacer su jugada, no se dio cuenta de que su reina estaba en peligro. Sofía, notando la inminente derrota, le explicó:

"Nahir, ¡tené cuidado! A veces en el juego y en la vida, hay que anticiparse a los problemas."

Nahir miró el tablero con atención. Después de pensar un rato, recordó sus palabras y encontró una manera de salvar a su reina. Con una sonrisa, hizo su jugada.

"¡Lo hice!" - gritó, y sus amigos la aplaudieron.

Aunque al final el juego terminó en empate, Nahir se sintió muy feliz.

"Gracias por ayudarme, chicos. Me di cuenta de que perder no es lo más importante, sino lo que aprendemos en el camino."

Sus compañeros la miraron con admiración. Justo en ese momento, la maestra Carla se acercó.

"¿Cómo les va en el torneo, chicos?" - preguntó con curiosidad.

"Bien, maestra. Nahir jugó por primera vez y se olvidó de enojarse," - dijo Mauro.

"Me alegra escuchar eso. Recuerden que cada emoción es válida y también nos enseña. A veces estamos enojados, y otras veces felices. Lo importante es no quedarnos estancados en una sola emoción."

La campana sonó y los estudiantes empezaron a recoger. Nahir salió del aula con una gran sonrisa, sintiéndose aliviada y lista para enfrentar nuevos desafíos.

Desde ese día, Nahir aprendió a disfrutar no solo de los juegos, sino también de cada emoción que experimentaba, comprendiendo que todas eran parte de su crecimiento. Y así, en un mar de estudiantes, Nahir dejó de lado su enojo para sumergirse en un océano de risas y aprendizajes.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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