Nahuel y el misterio del siervo


Había una vez en un pequeño pueblo de la montaña, un chico llamado Nahuel, quien tenía una manada de galgos barcinos. Nahuel era un niño valiente y apasionado por la naturaleza. Siempre salía al monte con sus galgos para correr y disfrutar del aire fresco. Un día, mientras se adentraba más y más en el bosque, le apareció un majestuoso siervo. El siervo, asustado por la presencia de Nahuel y sus galgos, lo corrió y Nahuel, al intentar seguirlo, se perdió entre los árboles frondosos y el terreno montañoso.

Nahuel se sentía muy asustado. Había perdido la orientación y no sabía cómo volver a casa. Sin embargo, en lugar de desesperarse, decidió tomar una bocanada de aire y recordar lo que su abuelo le había enseñado sobre la importancia de mantener la calma en situaciones difíciles. Avanzó con cautela, recordando las lecciones de supervivencia que había aprendido de su padre y abuelo.

Mientras Nahuel caminaba, siguió el sonido del agua que fluía. Y con su astucia de galguero, logró capturar un pequeño pez con sus manos. Lo cocinó en una fogata improvisada y, tras alimentarse, decidió construir una pequeña cabaña para pasar la noche. A lo lejos, escuchó a sus galgos ladrando, lo que le dio esperanzas de reencontrarse con ellos al día siguiente.

Al amanecer, Nahuel se encaminó siguiendo el sonido de sus galgos que lo fueron guiando de regreso a casa. Finalmente, después de un largo camino de aventuras, peligros y aprendizajes, Nahuel diviso las casas de su pueblo. Sus padres corrieron a abrazarlo, aliviados de verlo sano y salvo.

Desde ese día, Nahuel entendió que la valentía y la astucia son importantes, pero también la prudencia y la calma en situaciones difíciles. Aprendió a no subestimar la naturaleza, a disfrutarla, respetarla y cuidarla. Y nunca más volvió a perderse en el monte, pero siempre recordaría con cariño aquella aventura que lo ayudó a crecer y madurar.

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