Naomi y el Jardín de los Recuerdos



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Naomi. Tenía el cabello rizado y un brillo especial en sus ojos. Siempre se la veía sonriendo, ya que su padrino era su compañero de aventuras. Juntos, hacían volar cometas en el parque, contaban historias de dragones y exploraban lugares secretos.

Un día, mientras caminaba por el parque, Naomi recibió una noticia que le cambió la vida: su padrino había partido al cielo. Se sintió como si le hubieran arrancado una parte de su corazón. Esa tarde, se sentó bajo su árbol favorito y pensó: "¿Cómo voy a seguir sin él?".

Días después, mientras buscaba en su habitación, encontró un viejo cuaderno que había olvidado. En él, su padrino había escrito una serie de cuentos y dibujos sobre un jardín mágico donde los recuerdos florecían.

"¿Un jardín de recuerdos?", murmuró Naomi, intrigada. "Quizás, de alguna manera, puedo volver a sentirlo aquí".

Decidió transformar su jardín en un lugar especial. Con cada recuerdo que tenía, se puso a plantar flores. Mientras hacía esto, recordó una de sus aventuras favoritas:

"Recuerdo cuando volamos la cometa en aquel día de viento fuerte. ¡Cómo reímos cuando se enredó en el árbol!". Al recordar esto, plantó una flor amarilla, que representaba la alegría de ese momento.

Conforme iba plantando recuerdos, su jardín comenzó a florecer. Pero un día, Naomi se dio cuenta de que había algo más. Algunos recuerdos eran tristes y le causaban dolor. Pensó que no quería recordarlos.

Un día, su amiga Sophie la visitó. Al ver a Naomi triste en medio de su jardín, le dijo:

"¿Por qué no hablas de lo que sientes?".

Naomi dudó, pero aceptó. "A veces, siento que los recuerdos no son suficientes. Extraño mucho a mi padrino y me da miedo olvidarlo".

"Es normal sentirte así", respondió Sophie. "Los recuerdos pueden hacerte sentir triste, pero también son un tesoro que guardas en tu corazón. Lo importante es lo que aprendiste de él".

Naomi pensó en todo lo que su padrino le enseñó:

"Él siempre me decía que ser valiente es enfrentar nuestros miedos". Con eso en mente, decidió no esconder los recuerdos tristes. Los plantó junto a las flores alegres en su jardín.

Cada recuerdo tenía su lugar. El jardín se convertía en un mosaico de colores, donde las flores brillaban gracias a los momentos felices y también a los tristes.

Un día, mientras cuidaba de su jardín, se dio cuenta de que cada vez que miraba una flor, sentía que su padrino estaba allí, acompañándola. Así que decidió hacer un picnic en su jardín.

"Hoy voy a celebrar cada recuerdo contigo, padrino", dijo en voz alta, sonriendo mientras preparaba sandwiches y jugo.

Ese día compartió su comida con los pájaros y mariposas que revoloteaban por su jardín, sintiendo que, de alguna manera, su padrino estaba allí también.

La tristeza no desapareció de un día para otro, pero Naomi aprendió que sentir dolor es parte de amar. Con cada lágrima que caía, la tierra de su jardín absorbía amor y esperanza, y las flores crecían más fuertes.

Con el tiempo, su jardín se convirtió en un lugar especial donde su padrino existía en cada pétalo, en cada recuerdo. Naomi entendió que siempre podría llevarlo en su corazón.

Y así, la niña de cabello rizado volvió a sonreír cada vez que veía sus flores, sabiendo que el amor nunca desaparece, solo se transforma.

FIN.

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