Narciso y la Flor Mágica



Había una vez en un hermoso jardín, un joven llamado Narciso. Era tan guapo que no pasaba desapercibido para nadie. Todos en el jardín lo admiraban, pero Narciso solo tenía ojos para su propio reflejo en el estanque.

Pasaba horas contemplando su belleza y se sentía encantado con su propia imagen. Un día, mientras se miraba en el agua, escuchó una voz suave y melodiosa. -Hola, Narciso. ¡Qué bello eres! -dijo la voz.

Narciso se sorprendió y miró a su alrededor, pero no había nadie. -¿Quién está ahí? -preguntó Narciso. -Soy la Flor Mágica, la más hermosa del jardín. Me has cautivado con tu belleza, Narciso. Pero ten cuidado, no todo es lo que parece -advirtió la flor.

Narciso, intrigado, buscó por todo el jardín pero no logró encontrar a la Flor Mágica. Sin embargo, cada vez que se acercaba al estanque, escuchaba la voz de la flor. -Entonces, ¿dónde estás? -preguntó Narciso. -Estoy aquí, en tu corazón.

Sigue tu belleza interior, no solo la exterior -respondió la Flor Mágica. Narciso no entendía muy bien lo que la flor quería decir, pero decidió prestarle atención.

Comenzó a observar el jardín de una manera diferente, apreciando la diversidad de flores y plantas. Descubrió que la verdadera belleza no estaba solo en su reflejo, sino en cada ser vivo que lo rodeaba.

Al pasar el tiempo, Narciso se convirtió en un joven más compasivo y amoroso, disfrutando la belleza del mundo que lo rodeaba. Un día, al mirarse en el estanque, vio su reflejo como siempre, pero esta vez no sintió la misma fascinación por su belleza.

En su lugar, recordó las palabras de la Flor Mágica y sonrió, entendiendo que la verdadera belleza estaba en su corazón y en el amor que compartía con los demás. Desde entonces, Narciso se convirtió en un amigo fiel para todas las criaturas del jardín, irradiando luz y amor por doquier.

FIN.

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