Narella y las aventuras del parque
Era un hermoso día de primavera cuando Narella, una niña de siete años con cabellos rizados y ojos curiosos, despertó con una gran sonrisa. Hoy era el día que tanto había esperado: su visita al parque con su papá Gersson y su mamá Romina.
- ¡Mamá, papá! ¡Ya quiero ir al parque! - gritó Narella, mientras se vestía rápidamente.
- ¡Calma, pequeña! Primero tenés que desayunar - respondió su mamá, Romina, con una risa suave.
Después de un delicioso desayuno de tostadas con mermelada y un vaso de jugo de naranja bien fresco, la familia se dirigió al parque. Era un lugar mágico, lleno de árboles altos, flores de colores y el canto de los pájaros.
Al llegar, Narella corrió hacia el columpio.
- ¡Mirá, papá! ¡Voy a volar! - exclamó mientras se balanceaba.
- ¡Súbete más alto! ¡Podés hacerlo! - animó Gersson desde la orilla, sonriendo con orgullo.
Luego, la familia decidió hacer un picnic en un hermoso claro, con una manta extendida sobre el césped. Romina había preparado sándwiches de jamón y queso, galletas caseras y, por supuesto, la comida favorita de Narella: frutas frescas.
- ¡Esto es delicioso, mamá! - dijo Narella, mientras mordía una fresa jugosa.
- ¡Me alegra que te guste, Narella! Ahora, después de comer, podemos ir a explorar el bosque - sugirió Gersson.
- ¿Explorar? ¡Sí, por favor! - gritó Narella, entusiasmada.
Después del picnic, la familia se aventuró en el bosque. Los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, y Narella se maravillaba con el sonido de la brisa y las hojas susurrando.
De repente, Narella escuchó un ligero gemido.
- ¿Escuchan eso? - preguntó, parando en seco.
Romina y Gersson se miraron, intrigados.
- Sí, ¿qué será? - contestó Romina.
Siguiendo el sonido, se encontraron con un pequeño zorrito atrapado entre las ramas. El pobre animalito estaba asustado y no podía salir.
- ¡Pobre zorrito! - exclamó Narella, con voz preocupada. - ¡Debemos ayudarlo!
- Tienes razón, Narella. Debemos ser valientes y ayudar a los que lo necesitan - dijo Gersson, apoyando la idea.
Usando sus manos y un poco de ingenio, Narella, Gersson y Romina comenzaron a despejar las ramas que atrapaban al zorrito. Fue un trabajo en equipo, y tras unos minutos que parecieron horas, el zorrito finalmente salió de su prisión.
- ¡Lo logramos! - gritó Narella llena de alegría.
El zorrito, aún temeroso, miró a Narella y luego a sus padres, y, para sorpresa de todos, se acercó desmesuradamente, moviendo su colita en señal de agradecimiento.
- ¡Es su forma de darnos las gracias! - dijo Romina, sonriendo.
- ¡Qué lindo! Podemos llamarlo —"Saltarin" - sugirió Narella, mientras el zorrito se acomodaba a su lado.
El día avanzaba, y ya había pasado la tarde explorando y ayudando. Narella se sentía muy feliz, no solo por las aventuras, sino porque había hecho una buena acción. Al caer el sol, la familia decidió regresar a casa, pero antes, se detuvieron a observar el atardecer.
- Miren los colores del cielo, son como el cuadro de un artista - dijo Gersson, admirando la belleza.
- Sí, es hermoso - respondió Romina, mientras abrazaba a Narella.
- ¡Hoy fue el mejor día! - proclamó Narella. - ¡Ayudamos a Saltarin y aprendí que juntos somos más fuertes! - añadió con una sonrisa radiante.
- Exactamente, Narella. Siempre podemos ayudar, y lo bueno se multiplica cuando trabajamos en equipo - concluyó Gersson, mientras se marchaban hacia casa con el corazón lleno de alegría y amor.
Esa noche, Narella se durmió soñando con nuevas aventuras y con la certeza de que siempre, siempre, se puede hacer algo bueno por los demás.
Y así, el parque se convirtió en un lugar aún más especial para la familia, un sitio donde no solo jugaban, sino también aprendían a ser valientes y compasivos. Siempre había otro día por descubrir y nuevas historias por escribir en sus corazones.
FIN.