Nashly y el Cuento Mágico
Había una vez, en un colegio lleno de risas y aventuras, una joven llamada Nashly. Era una chica curiosa, llena de energía y con grandes sueños. Un día, la maestra de lengua, la señora Rodríguez, les pidió a sus alumnos que escribieran un cuento. Todos estaban emocionados, pero también un poco nerviosos. Nashly, con su corazón latiendo fuerte, se puso a pensar.
A medida que los días pasaban, Nashly se imaginaba historias fantásticas. Sin embargo, cuando llegó el día de presentar su cuento, el aire se llenó de tensión. Ella se subió al escenario.
- “Hola a todos, mi cuento se titula 'El Dragón Sin Aliento'”.
Narró sobre un dragón que quería volar pero no podía porque era un poco diferente a los demás. La historia era interesante, pero la carga de nervios la hizo temblar y olvidarse de algunas partes. Cuando terminó, los compañeros aplaudieron, pero la señora Rodríguez, con una mirada comprensiva, le dijo:
- “Nashly, tenés mucha creatividad, pero te faltó un poco de organización en la narración. Esto no es la historia que merecías contar.”
Nashly se sintió desanimada y su corazón se hundió. No había logrado lo que tanto deseaba. Regresó a casa con la cabeza gacha.
Al día siguiente, su mejor amiga, Sofía, la encontró en el recreo.
- “¿Qué te pasa, Nashly? Te veo triste.”
- “¡No aprobé la tarea! Mi cuento fue un fiasco y estoy segura de que nunca voy a escribir algo lindo,” respondió Nashly, con lágrimas en los ojos.
- “No te desanimes. Todos tenemos tropiezos. ¿Por qué no intentás otra vez? Quizás podés escribir un nuevo cuento y mejorarlo,” sugirió Sofía, con una sonrisa.
Nashly pensó por un momento y decidió que no iba a rendirse. Así que, esa misma tarde, se sentó en su escritorio y comenzó a trabajar en una nueva historia. Esta vez, decidió que su cuento trataría sobre una perrita llamada Lila que soñaba con ser la mejor jugadora de fútbol del barrio.
Mientras escribía, recordaba lo que había aprendido de su experiencia anterior y se esforzaba por hacer que la narración fluyera mejor.
Después de días de trabajo, llegó el momento de presentar su nuevo cuento. Nerviosa, pero confiada, se paró frente a la clase nuevamente.
- “Hola, soy Nashly y hoy les contaré sobre Lila, la perrita que soñaba con ser jugadora de fútbol.”
Con cada palabra, sentía cómo la historia cobraba vida. Habló sobre los obstáculos que enfrentaba Lila, como el escepticismo de otros perros que creían que ella no podía jugar. Pero Lila nunca se rindió, y con esfuerzo y dedicación, logró superar sus miedos y demostrar que todo es posible con pasión y perseverancia.
Al concluir su narración, los compañeros empujaron un gran aplauso. La señora Rodríguez sonrió y gritó:
- “¡Ese es el cuento que quería escuchar! Todo fluyó perfectamente, Nashly. Has mejorado un montón. ¡Felicitaciones! ”
Esa tarde, Nashly y Sofía celebraron juntas en la plaza, riendo y recordando todos los momentos vividos.
- “No puedo creer que lo logré,” dijo Nashly, feliz.
- “Siempre que te caigas, levantate y probá de nuevo. ¡Esa es la clave! ” respondió Sofía, feliz de ver a su amiga sonreír nuevamente.
Desde ese día, Nashly aprendió que los fracasos son solo peldaños hacia el éxito, y que, con determinación, nunca hay sueño imposible. Y así, continuó escribiendo, creando nuevas historias llenas de aventuras.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.