Navegando Sueños



Había una vez en un pequeño pueblo costero, un niño llamado Lucas que soñaba con navegar por las aguas azules del océano. Lucas vivía en un centro de acogida, donde conoció a María, una mujer con un corazón tan grande como el mar mismo. María había decidido convertirse en madre de acogida, con el deseo de brindarle amor y un hogar a un niño especial.

Un día, mientras jugaban en la playa, Lucas le dijo a María:

"Ojalá pudiera tener un barco y navegar hasta el horizonte. ¡Quiero ver el mundo!"

María sonrió y le respondió:

"¿Por qué no lo hacemos juntos?"

Lucas miró a María con asombro.

"¿De verdad?"

"Claro que sí, solo necesitamos la ayuda de unos amigos. Vamos a hacer un barco, Lucas. La aventura nos espera."

Así que, decididos a hacer su sueño realidad, comenzaron a construir un barco. Juntaron maderas del viejo muelle, redes y muchas herramientas que encontraban en el camino. En cada clavo que colocaban, la amistad entre Lucas y María crecía más fuerte.

Un día, mientras armaban el casco del barco, Lucas le preguntó:

"¿Cuáles son tus deseos, María?"

María se quedó pensativa un momento y dijo:

"Deseo que puedas sentirte libre y querido, como un pez en el mar. Deseo que encuentres tu dirección en la vida, como las estrellas guían a los navegantes en la noche."

Mientras seguían trabajando, un viento suave comenzó a soplar, trayendo consigo el aroma del mar. María se dio cuenta de que ya no solo deseaba que Lucas fuese feliz, sino que también quería enseñarle cómo navegar por los altibajos de la vida.

Finalmente, tras días de esfuerzo y risa, su barco estaba listo. Era más pequeño de lo que habrían querido, pero era un símbolo de sus deseos compartidos.

Un brillante día de verano, llevaron el barco a la playa.

"¿Estás listo, Lucas? Vamos a probarlo," dijo María, mientras su corazón latía con emoción.

"¡Sí! ¡Estoy listo!" contestó Lucas.

Con mucho esfuerzo, empujaron el barco al agua. A pesar de que el barco se movía un poco tambaleándose, Lucas sintió una emoción indescriptible.

"Mirá, María, ¡estamos navegando!"

"¡Sí! ¡Siente el viento en tu cara!"

María veía cómo la alegría brillaba en los ojos de Lucas, y eso también llenaba su corazón.

De repente, el viento sopló más fuerte y el barco comenzó a moverse más rápido.

"¡Esto es increíble!" gritó Lucas, mientras reía sin parar.

"¡Cuidado, Lucas! ¡No te alejes demasiado!"

Pero antes de que pudieran darse cuenta, el barco los llevó más lejos de la playa de lo que habían planeado.

"¿Qué hacemos, María? ¡Estamos lejos de la orilla!"

"Tranquilo, Lucas. Recuerda lo que hablamos sobre navegar en la vida. A veces, es necesario encontrar el rumbo de nuevo. Tomemos un respiro y analicemos nuestra situación."

Lucas respiró hondo y miró alrededor. Las olas eran grandes, pero todo estaba tranquilo.

"Podemos usar el remo que hicimos para regresar, ¿verdad?"

"Exacto, Lucas. ¡Naveguemos juntos!"

Con ese espíritu de cooperación, empezaron a remar hacia la orilla. A medida que se acercaban, Lucas sintió que había aprendido algo valioso. A veces las aventuras pueden llevarte lejos, pero también tenés la fuerza para regresar a donde perteneces.

Finalmente, llegaron de nuevo a la playa.

"¡Lo hicimos! Gracias por hacer esto posible, María," dijo Lucas, abrazándola.

"No, gracias a vos, Lucas. Siempre que mantengamos juntos el deseo de explorar, siempre encontraremos el camino de regreso."

Desde ese día, Lucas no solo soñó con navegar, sino que también aprendió que la vida, como el mar, está llena de sorpresas y que lo más importante es saber que siempre hay alguien esperándote en la orilla.

María y Lucas continuaron creando recuerdos juntos, navegando en sus sueños y aprendiendo a disfrutar cada momento. Y así, el amor de una madre acogida y un niño se convirtió en la aventura más maravillosa de todas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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