Navidad en Familia
Era una tarde soleada de diciembre y la familia López-Ojeda se preparaba para celebrar la Navidad. Jorge, el papá, estaba en la cocina preparando unas galletitas de chocolate que hacían todos los años, mientras Rubeli, la mamá, decoraba el árbol con luces de colores y adornos brillantes.
- ¡Miren qué hermosas luces, chicos! - exclamó Rubeli mientras colocaba una estrella en la punta del árbol.
- ¡Súper brillantes! - dijo Wileska, la más pequeña de la familia, dando saltitos de emoción.
Los hermanos, Ricardo e Inder, entraron a la habitación, llenos de energía.
- ¡Vengan a ayudarme a hacer las galletas! - llamó Jorge, con una sonrisa.
- ¡Galletas! - gritaron los chicos al unísono, corriendo hacia la cocina.
Mientras Jorge les guiaba en la preparación, los chicos comenzaron a hablar de sus deseos para esta Navidad.
- Yo quiero una bicicleta nueva - dijo Ricardo, soñando despierto.
- Yo quiero un juego de video - agregó Inder, mientras esbozaba una risa traviesa.
- Yo solo quiero que tengamos una noche divertida en familia - dijo Wileska, que, aunque era más pequeña, siempre pensaba en lo que hacía feliz a todos.
Cuando terminó de hacer las galletas, Jorge sugirió una idea.
- ¿Qué les parece si, en lugar de intercambiar regalos, hacemos algo diferente este año?
Los hermanos se miraron curiosos.
- ¿A qué te referís? - preguntó Inder.
- Quiero que cada uno de ustedes piense en algo que puedan hacer por otras personas, algo que les haga sentir felices a ellos - explicó Jorge.
- ¡Como ayudar a los que lo necesitan! - dijo Wileska.
- Exacto, cariño. Podríamos hacer una colecta de juguetes para niños que no tienen - continuó Rubeli, sonriendo.
Los chicos comenzaron a pensar en sus juguetes. Ricardo estaba un poco dudoso, ya que tenía su querido auto de colección.
- Pero papá, ese auto es muy especial para mí - dijo, con un tono de preocupación.
- Ya lo sé, Ricardo. Pero piensa en la sonrisa que podría dibujar en el rostro de un niño que nunca tuvo uno - respondió Jorge.
Finalmente, después de un momento de reflexión, Ricardo decidió que lo donaría.
- Está bien, lo haré. De verdad quiero ayudar - dijo, un poco más decidido.
- Yo también quiero donar algunos de mis juguetes - anunció Inder, con entusiasmo.
- ¡Y yo mis cuentos! - agregó Wileska, entusiasmada por la idea.
Durante una semana, la familia trabajó junta recolectando juguetes, libros y ropa. Decidieron llevar todo a un hogar de niños en su barrio. La noche de Navidad, después de compartir una cena deliciosa, se prepararon para realizar la entrega.
Al llegar al hogar de niños, se encontraron con un grupo de pequeños ojos brillando de felicidad al ver la montaña de regalos.
- ¡Feliz Navidad! - gritaron los hermanos al unísono.
- Esto es increíble, gracias - dijo el director del hogar, con una amplia sonrisa.
Los niños recién llegados comenzaron a abrir los regalos y a jugar con lo que más les gustaba. Ricardo se sintió feliz al ver a un niño jugar con su auto favorito.
- Papá, esto se siente mucho mejor que recibir un regalo - dijo, emocionado.
- Así es, hijo. La verdadera alegría está en compartir y hacer felices a los demás - respondió Jorge, abrazando a su familia.
La noche terminó con risas y canciones, rodeados de nuevas amistades. Al regresar a casa, cada uno llevaba en su corazón el espíritu de la Navidad, sabiendo que lo más importante era estar juntos y ayudar a los demás.
- Este fue el mejor regalo de todos - dijo Wileska, sonriendo.
- ¿Podemos hacerlo de nuevo el próximo año? - preguntó Inder.
- Por supuesto, y con más ideas - contestó Rubeli, mientras los hermanos intercambiaban miradas de complicidad.
Y así, en la familia López-Ojeda, la Navidad se transformó en una tradición donde el amor y el compartir eran los protagonistas, creando recuerdos que permanecerían por siempre en sus corazones.
FIN.