Negro y el Canasto Mágico



Era un día tranquilo en el barrio cuando Tomás, un niño de diez años, se encontraba en su casa jugando con sus juguetes. De repente, oyó un ruidito familiar en la puerta de entrada. Allí estaba Negro, su querido perro labrador, con un canasto de compras colgado de su trompa. Negro era un perro excepcionalmente inteligente y siempre encontraba formas sorprendentes de ayudar a su dueño.

- ¡Negro! - exclamó Tomás corriendo hacia la puerta. - ¡Mirá lo que traés ahí!

Negro dejó caer el canasto con un suave plop en el suelo y se acomodó a su lado, moviendo la cola con entusiasmo.

Tomás miró dentro del canasto y, para su sorpresa, encontró muchas cosas.

- ¡Woah! ¡Tenés frutas, verduras e incluso unas golosinas! - gritó el niño, emocionado.

Negro ladró alegremente, como si estuviera orgulloso de su logro. Había ido al mercado con su dueño, el señor Gómez, mientras Tomás se quedaba en casa.

Pero lo que Tomás no sabía era que este was un día especial, porque también había una misión secreta en marcha. El señor Gómez había dejado encargadas unas cosas extra.

- ¡Negro! - dijo Tomás mientras acariciaba su suave pelaje. - ¿Quisiste ayudarme?

El perro dio un salto y giró sobre sí mismo, mostrando su alegría. Estaban a punto de descubrir que había mucho más en esa misión de compras.

Tomás decidió llevar a Negro a hacer una vuelta por el barrio. - ¡Vamos a explorar! - dijo el niño, mientras ataba la correa al collar de su mascota.

Comenzaron a caminar por el vecindario, y de repente se encontraron con la señora María, quien tenía un jardín lleno de flores hermosas pero marchitas.

- ¡Hola, señora María! - saludó Tomás. - ¡Su jardín está precioso! Pero parece que necesita un poco de cuidado.

- ¡Oh, Tomás! La verdad es que no tengo tiempo para cuidarlo - suspiró la señora María.

Negro, escuchando con atención, corrió hacia el jardín y comenzó a desenterrar un poco de tierra con su nariz, como si estuviera dándole ideas a Tomás.

Tomás tuvo una idea brillante. - ¡Y si hacemos una pequeña fiesta de jardinería! ¿Qué te parece, señora María?

- ¡Eso sería maravilloso! Pero necesitamos plantas y herramientas - respondió ella, claramente emocionada.

Negro volvió a recuperar el canasto y, con un pequeño ladrido, empujó con su hocico a Tomás para que lo siguiera. Fue así que se pusieron en marcha, llevando el canasto con todo lo necesario para ayudar a la señora María.

Una vez en casa, Tomás miró a Negro y le dijo: - ¡Deberíamos invitar a los chicos de la cuadra a ayudarnos también!

Negro ladró de forma entusiasta, pareciendo estar de acuerdo. Juntos, corrieron de vuelta al jardín de la señora María, llevando el canasto.

El vecindario entero se unió para la fiesta de jardinería. Tomás, Negro, la señora María y muchos otros niños y adultos comenzaron a reemplazar las plantas marchitas con nuevas, a regar las flores y a limpiar el jardín.

- ¡Esto es increíble! - gritó uno de los amigos de Tomás.

- ¡Mirá cómo crece todo! - dijo otro.

Después de unas horas de trabajo, el jardín de la señora María se convirtió en el lugar más colorido de todo el barrio. La sonrisa en la cara de la señora María lo decía todo.

- ¡Gracias, chicos! No sé qué haría sin ustedes - dijo ella entre lágrimas de felicidad.

Tomás miró a Negro y sonrió, entendiendo que cada pequeño gesto de bondad podía hacer una gran diferencia.

- ¿Ves, Negro? No solo trajiste compras, ¡también trajiste alegría!

Desde ese día, Tomás y Negro continuaron ayudando a los vecinos. Con su increíble inteligencia y espíritu, Negro se volvió conocido como el "Perro Jardinerito". Las compras eran solo el comienzo de sus aventuras y su deseo de compartir alegría y hacer del vecindario un lugar mejor.

Así aprendieron todos que, a veces, los actos de bondad comienzan con una simple idea. Y que, con un poco de trabajo en equipo, se consigue mucho más de lo que uno podría imaginar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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