Nehemías y su amor por los caballos



Había una vez un primito llamado Nehemías que tenía 2 años y le encantaban los caballos. Desde que era muy pequeño, siempre se emocionaba cada vez que veía uno en la televisión o en los libros.

Su pasión por estos animales era tan grande que su mamá decidió llevarlo a un paseo especial. Un día soleado, la mamá de Nehemías lo llevó al campo para que pudiera ver de cerca a los caballos.

Cuando llegaron, Nehemías no podía contener su emoción y sus ojitos brillaban como estrellas. Nehemías caminó despacito hacia el corral donde estaban los caballos. Se acercó con mucho cuidado y les dio palmaditas suaves en el lomo mientras decía: "Hola, amiguitos".

Los caballos relinchaban felices y parecían entender las palabras de Nehemías. De repente, uno de los caballos más grandes se acercó a Nehemías y comenzó a jugar con él. Era como si supiera que Nehemías era un amigo especial.

Jugaron juntos durante horas, corriendo por el campo y saltando obstáculos imaginarios. La mamá de Nehemías estaba maravillada al ver cómo su pequeño primito se divertía tanto con los caballos. Pero sabía que pronto tendrían que regresar a casa.

Cuando llegó el momento de irse, Nehemías miró tristemente a su nuevo amigo equino y dijo: "Adiós, amiguito". El caballo respondió relinchando como si entendiera las palabras de despedida.

En el camino de regreso a casa, Nehemías no dejaba de hablar sobre los caballos. Le contó a su mamá cómo le gustaría tener uno como mascota y poder montarlo todos los días. La mamá de Nehemías sonrió y le dijo: "Nehemías, los caballos son animales muy especiales.

Necesitan mucho espacio para correr y jugar. No podemos tener uno en casa, pero siempre podremos visitarlos". Nehemías pensó por un momento y luego respondió: "Tienes razón, mamá. Los caballos necesitan libertad".

Aunque estaba un poco triste por no poder tener uno en casa, entendía que era lo mejor para ellos. A partir de ese día, Nehemías siguió siendo un gran amante de los caballos.

Cada vez que tenía oportunidad, iba al campo a visitar a sus amigos equinos y disfrutaba de su compañía. Con el tiempo, Nehemías aprendió muchas cosas sobre los caballos: cómo cuidarlos, alimentarlos y respetar su espacio.

Además, descubrió que también existían otras formas de estar cerca de estos maravillosos animales sin necesidad de tener uno en casa. Nehemías comenzó a leer libros sobre caballos e incluso se unió a un club donde podía aprender más sobre ellos junto con otros niños apasionados por estos animales.

Se convirtió en todo un experto en la materia. Y así fue como Nehemías descubrió que aunque no pudiera tener un caballo propio, siempre podría mantener viva su pasión por estos hermosos seres vivientes.

Desde entonces, cada vez que veía una imagen o escuchaba el relincho de un caballo, Nehemías sonreía y recordaba aquellos momentos mágicos en el campo. Sabía que los caballos siempre estarían en su corazón, y eso lo hacía feliz.

Y así termina la historia de Nehemías, un pequeño amante de los caballos que aprendió a disfrutar de su pasión de una manera especial.

FIN.

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