Nelson Villarreal y los Niños del Cambio



Había una vez un filósofo llamado Nelson Villarreal que vivía en un pequeño pueblo llamado Armonía. Este pueblo estaba lleno de risas y juegos, pero también había cosas que no le gustaban a Nelson. Algunas familias tenían más comida que otras, y algunos niños no podían jugar en el parque porque había un grupo que no los dejaba. Esto no le parecía justo a Nelson, así que decidió que era momento de hacer algo al respecto.

Un día, mientras paseaba por el parque, vio a un grupo de niños jugando y riendo. Se acercó a ellos y les dijo:

"Hola, chicos. ¿Se divierten jugando?"

"Sí, señor Nelson!", respondieron los niños con entusiasmo.

"Pero me he dado cuenta de que algunos de ustedes no pueden jugar con nosotros. ¿No les gustaría que todos pudieran divertirse juntos?"

"¡Claro que sí!", exclamó una niña llamada Sofía. "A veces no nos dejan jugar con Juanito porque dice que podemos romper su pelota."

Nelson sonrió y pensó que era hora de impartir algunas lecciones de justicia y amistad. Entonces, les propuso un juego:

"¿Qué les parece si hacemos un club llamado 'Los Amigos de la Justicia'? En este club, todos seremos iguales y trabajaremos juntos para que cada niño pueda jugar."

"¡Sí! ¡Quiero ser parte!", gritó Juanito.

Así, el club comenzó a funcionar. Se reunían todos los días después de la escuela, planificaban actividades y hablaban acerca de cómo podían difundir la justicia. Pronto, comenzaron a organizar juegos en el parque donde todos podían participar, respetando los turnos y asegurándose de que cada niño tuviera la oportunidad de jugar.

Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, un grupo de niños más grandes llegó al parque y dijo:

"¿Qué hacen ustedes aquí? Este es nuestro lugar para jugar. No necesitamos a ustedes."

Los niños del club se sintieron asustados, pero Nelson, que los observaba desde un rincón, decidió que era momento de actuar. Se acercó y les dijo:

"Hola, chicos. Soy Nelson, el filósofo. ¿Por qué no compartimos este parque? Hay espacio para todos."

"Pero nosotros somos más grandes y fuertes. No importa lo que digas", contestó uno de los niños.

Nelson pensó que debía ser ingenioso. Entonces propuso un desafío:

"¿Qué les parece si hacemos un torneo de fútbol? Si ustedes ganan, pueden jugar sin nosotros por un mes. Pero si somos nosotros los que ganamos, ¡todos podrán jugar juntos a partir de ahora!"

Todos se miraron y asintieron. El desafío estaba planteado. Aquel día, los niños del club aprendieron a trabajar juntos y a apoyarse mutuamente, mientras que Nelson animaba con sabias palabras desde la línea de juego.

El partido fue reñido, pero al final, los niños del club ganaron un ajustado 3-2. Cuando terminaron, en lugar de alardear, se acercaron al grupo de niños mayores:

"¡Nos gustaría jugar juntos! Como ganamos, ahora podemos compartir este espacio. ¿Quieren unirse a nosotros para crear un gran club?"

Los más grandes se miraron entre sí, sorprendidos por la invitación. El niño que había hablado antes, con una cara llena de confusión, dijo:

"No sé... nunca hemos jugado con ustedes."

"¿Por qué no lo intentamos? Podemos ser todos amigos", respondió Sofía con una gran sonrisa.

Con un poco de titubeo, los niños mayores aceptaron la invitación. Cuando comenzaron a jugar juntos, se dieron cuenta de que se divertían muchísimo. Nelson observó desde el margen, boquiabierto, y comprendió que había logrado algo especial. De un pequeño club que promovía la justicia, había nacido uno más grande que incorporaba a todos los niños del parque.

Desde aquel día, el parque se convirtió en un refugio abierto donde todos se sentían bienvenidos. Nelson seguía enseñando lecciones de justicia y empatía, pero lo más importante fue que los niños aprendieron que el verdadero juego está en compartir. Con amor y respeto, lograron un cambio en la comunidad.

Y así, el pequeño pueblo de Armonía se llenó de risas, juegos, y sobre todo, de un sentimiento de justicia que perduró en el tiempo. Nelson comprendió que a veces, el cambio más grande comienza con un simple acto de amistad y el deseo de que todos sean parte del juego.

Fin.

FIN.

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