Nenke y el Arcoíris Mágico
En un lugar lejano del oriente ecuatoriano, bajo un cielo que se pintaba de diferentes colores, habitaba un niño llamado Nenke. Nenke era muy feliz, rodeado de árboles altos que parecían tocar el cielo y ríos cristalinos que murmuraban historias antiguas. Su hogar era un lugar mágico donde llovía y hacía sol al mismo tiempo, creando un espectáculo de arcoíris que deslumbraba a todos.
"¡Mirá, mamá!", exclamaba Nenke cada vez que un nuevo arcoíris aparecía. "Hoy hay dos juntos!"
Su madre sonreía mientras le contaba sobre la leyenda de los colores que, según decía ella, eran un regalo de la naturaleza para los niños que cuidaban de ella. Nenke amaba correr por el campo, jugar con los animales y recolectar flores de mil colores.
Un día, mientras paseaba por el bosque, Nenke escuchó un susurro entre los arbustos. "Ayúdame, por favor..."
Con curiosidad, se acercó y encontró a un pequeño pájaro con una ala lastimada.
"No te preocupes, yo te ayudaré!", dijo Nenke, decidido.
Con cuidado, llevó al pájaro a su casa, donde su madre le enseñó cómo curar heridas. Tras un par de días de cuidados, el pajarito estaba listo para volar de nuevo.
"Gracias, Nenke!", trinó el pájaro, "Has salvado mi vida. Te debo un favor. ¿Puedo hacer algo por vos?"
Nenke se quedó pensando. Siempre había querido ver el mundo desde lo alto, como los pájaros.
"Me gustaría poder volar como vos!" dijo, entusiasmado.
"¡Entonces volaremos juntos!", replicó el pájaro.
Ese mismo día, el pájaro le pidió a Nenke que se subiera a su espalda. Al instante, ambos se elevaron hacia el cielo. Nenke sintió la brisa acariciar su rostro. Desde las nubes, podía ver su hogar, los campos verdes y los ríos que brillaban como diamantes.
"¡Esto es increíble!", gritaba Nenke, sintiéndose más alegre que nunca.
De repente, la alegría se convirtió en sorpresa cuando un nublado oscuro apareció frente a ellos. El viento comenzó a soplar fuerte y Nenke sintió miedo.
"¡No te preocupes!", lo tranquilizó el pájaro. "Solo no mires hacia abajo. Confía en mí."
Y así fue, mientras el pájaro lo guiaba, volaron a través del nublado oscuro. Nenke cerró los ojos y recordó el brillo del sol y los arcoíris vibrantes de su hogar.
Al salir del otro lado de la nube, Nenke abrió los ojos y lo que vio lo dejó sin aliento. Un paisaje aún más hermoso se extendía ante ellos: flores que nunca había visto, ríos que bailaban y montaña de colores.
"¡Mirá!", gritó el pájaro. "¡Esa es la Tierra de las Maravillas!"
Nenke y el pájaro descendieron y descubrieron que la zona estaba llena de criaturas fantásticas: un conejo que contaba historias, tortugas que pintaban cuadros con sus caparazones y luciérnagas que iluminaban la noche.
"¡Esto es genial!", dijo Nenke, encantado.
Pasaron el día jugando y explorando, hasta que el sol comenzó a ocultarse y la noche avanzaba.
"Es hora de regresar", dijo el pájaro con tristeza. "Tu hogar también necesita de vos."
Nenke se despidió de todas las criaturas que había conocido, prometiendo volver a visitarlas. Ya en casa, se sintió feliz de estar de vuelta.
Al caer la noche, observó las estrellas brillar.
"Mañana será otro día lleno de aventuras", se dijo a sí mismo, abrazando a su madre y sintiendo su amor. Su corazón guardaba una nueva historia y un nuevo amigo.
Y así, Nenke aprendió que aunque hay sombras y momentos de miedo, siempre hay un arcoíris esperándolo al otro lado, lleno de colores y maravillas que explorar.
FIN.