Nestor Omar y la bolsita mágica



En una pintoresca ciudad argentina, donde el tango resonaba en cada esquina, vivía Nestor Omar, un talentoso cantante de tango conocido por su voz melodiosa y su carisma. Siempre lo acompañaba una pequeña bolsita de tela que había heredado de su abuela. La bolsita estaba llena de objetos curiosos, coleccionados a lo largo de los años, que Nestor guardaba con mucho cariño.

Un día, mientras paseaba por la ciudad, Nestor decidió hacer un alto en un parque para cantar. Los niños del barrio, al escuchar su hermosa voz, se acercaron emocionados para escuchar. Entre ellos estaba Lucía, una niña con una gran pasión por el baile.

Lucía se acercó y le dijo: "Señor Nestor, ¿puedo bailar al ritmo de su música?"

"Por supuesto, querida", respondió Nestor sonriendo. "El tango es para compartir."

Mientras entonaba una melodía, Lucía comenzó a bailar con gran alegría, pero en medio de su actuación, tropezó con una piedra y cayó. Los otros niños se asustaron, y Lucía, sintiéndose avergonzada, se quedó en el suelo mirando hacia abajo.

Nestor, viendo la situación, dejó de cantar y se acercó a ella. "No te preocupes, Lucía. Todos nos caemos a veces. Lo que importa es levantarse y seguir adelante."

Lucía lo miró con ojos brillantes. "¿De verdad? Pero yo quería bailar perfecto."

"La perfección no existe", le contestó Nestor. "Cada error es una oportunidad para aprender algo nuevo. Mira, tengo esta bolsita. ¿Quieres ver qué hay dentro?"

Curiosa, Lucía asintió con la cabeza. Nestor sacó de la bolsita un pequeño sombrero de papel. "Este es un sombrero mágico. Cada vez que te lo pones, te recuerda que no hay que rendirse."

Lucía se lo puso al instante y se sentó nuevamente para practicar su baile. "Voy a intentarlo otra vez, esta vez más despacio."

Nestor se unió a ella cantando una melodía suave. El resto de los niños se animaron y empezaron a bailar también, disfrutando del momento. Así, se levantaron, uno a uno, practicando sus pasos, aprendiendo a manejar los errores y riendo juntos.

De repente, una fuerte ráfaga de viento sopló y la bolsita de Nestor voló de su mano, dejando caer todos los objetos que tenía en su interior. Los niños se abalanzaron sobre ellos con alegría, descubriendo cada tesoro.

Nestor, riendo, dijo: "¡A ver qué más sorpresas nos trae la bolsita!"

Entre los objetos, encontraron una marioneta, una castañuela, un par de zapatos de baile y un viejo acordeón. Se organizaron en un mini espectáculo, donde Nestor cantaba y los niños se turnaban para tocar los instrumentos y realizar pequeñas presentaciones.

"¡Esto es genial! Estoy aprendiendo a bailar y cantar al mismo tiempo", exclamó Lucía.

"Cada uno tiene un talento único. Tal vez tú puedas ser una gran bailarina y yo un buen cantante. Todos podemos brillar", dijo Nestor con una sonrisa.

Pasaron la tarde riendo y disfrutando de la música. Con cada error aprendido, se volvieron más seguros de sí mismos. Al final del día, todos se despidieron de Nestor agradecidos.

"Gracias, Nestor. Nunca había sentido tanto entusiasmo por bailar y cantar."

"Recuerden, amigos, siempre podemos aprender. Y si se caen, levántense. ¡Eso es lo que hace la vida divertida!"

Nestor se despidió y guardó todos los objetos en su bolsita mientras caminaba de regreso a su casa, sintiéndose feliz de haber podido compartir su pasión por el tango y la alegría de aprender junto a los niños.

Y así, Nestor y su bolsita mágica se convirtieron en el alma de la comunidad, enseñando a grandes y chicos que cada error es solo un peldaño hacia el éxito. Desde aquel día, cada vez que Lucía caía, se acordaba del sombrero mágico y se levantaba con una sonrisa, lista para seguir bailando al ritmo del tango.

"¡Una vuelta más!", gritaban los niños, y así, la música nunca dejaba de sonar en el corazón de la ciudad.

FIN.

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