Netan y el primer día de escuela



Era una mañana soleada, y Netan, el pequeño lince, miraba nervioso desde la ventana de su habitación. Hoy era su primer día de escuela, y aunque su mochila azul estaba lista y llena de útiles nuevos, su estómago parecía lleno de mariposas revoloteando.

- ¡Vamos, Netan! - le gritó su mamá desde la cocina. - No hay razón para estar nervioso, ¡te va a encantar!

- Pero... ¿y si no me hago amigos? - respondió Netan, con la mirada perdida en el horizonte.

- Recuerda lo que hemos hablado. Todos están tan nerviosos como vos. Solo tenés que ser amable y abrirte a los demás. - le aconsejó su mamá, acariciándole la cabeza.

Con un suspiro profundo, Netan se armó de valor y salió hacia la escuela. Al llegar, notó que había muchos otros animales haciendo lo mismo: conejos, zorros, ardillas y hasta un oso. Todos parecían tan emocionados, pero Netan no podía evitar sentirse un poco solo.

Cuando entró al aula, el maestro, un sabio búho llamado Don Óscar, les dio la bienvenida.

- ¡Hola, pequeños! - dijo con su voz profunda. - Hoy comenzaremos una aventura en el aprendizaje. Espero que estén listos para divertirnos.

Netan se sentó en un rincón, tratando de observar todo sin ser muy notado. A su lado estaba una ardilla llamada Sofía, que constantemente estaba moviéndose de un lado a otro.

- ¿Te gusta la escuela? - le preguntó Netan, sintiéndose un poco más cómodo.

- ¡Sí! Me encanta aprender cosas nuevas y conocer nuevos amigos. - dijo Sofía, esbozando una gran sonrisa.

Poco a poco, la clase comenzó a hacerse más amena. Jugando y aprendiendo sobre colores, formas y letras, Netan se fue sintiendo más en confianza. Pero al momento de realizar una actividad en grupos, las mariposas en su estómago regresaron.

- Formen equipos de cuatro - ordenó Don Óscar. Netan miró a su alrededor, ansioso y preocupado por no ser elegido.

Sin embargo, para su sorpresa, Sofía lo miró y extendió su patita.

- ¿Querés unirte a nuestro grupo? - le preguntó, y Netan sintió que una cálida ola de felicidad lo invadía.

- ¡Sí, claro! - respondió Netan, sonriendo por primera vez en el día.

Los tres que integraban el grupo fueron haciendo diferentes dibujos y creando una historia en conjunto sobre una aventura en la selva. Cada uno aportaba una idea, y Netan se sintió cada vez más conectado con sus nuevos amigos.

Pero cuando llegó el momento de presentar el trabajo, Netan se sintió paralizado.

- No puedo, tengo miedo de hablar frente a todos. - dijo, bajando la cabeza.

- ¡Vamos, Netan! - lo animó Sofía. - Si lo hacemos juntos, será más fácil.

Juntos, decidieron que cada uno diría una parte de la historia. Así, Netan también tendría su oportunidad sin sentirse solo frente a todos. Al final, cuando presentaron su trabajo, se dieron cuenta de que los demás compañeros los aplaudían y sonreían.

- ¡Lo hicimos muy bien! - exclamó Sofía emocionada.

Al finalizar la jornada, mientras caminaba hacia casa, Netan sintió que había aprendido algo muy importante:

- No hay que tener miedo a ser uno mismo y a pedir ayuda cuando se necesita. - pensó.

Cuando llegó a casa, su mamá lo recibió con un abrazo.

- ¿Y cómo estuvo tu primer día? - preguntó.

- ¡Increíble! Hice nuevos amigos y aprendí mucho. - respondió Netan, brillando de felicidad.

Y aunque su estómago aún tenía alguna mariposa insistente, estaba listo para cualquier aventura que viniera en su camino. Porque a veces, los comienzos son solo el primer paso hacia algo maravilloso.

FIN.

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