Nicolas y el Dragón de la Montaña


En una aldea rodeada de verdes praderas y majestuosas montañas, se encontraba una fuente mágica cuyas aguas tenían el poder de curar cualquier dolencia. Al cuidado de esta fuente vivía un dragón enorme y bondadoso llamado Elio, quien se encargaba de protegerla y asegurarse de que todos en la aldea pudieran beneficiarse de sus aguas milagrosas.

En esta aldea vivía un chico llamado Nicolás, junto a su fiel gato Mantis, quien estaba preocupado por su madre enferma. A pesar de tener poco dinero, Nicolás cuidaba de su madre con amor y dedicación. Un día, la reina del reino vecino, al escuchar sobre la fuente mágica, envió a sus guardias para que capturaran al dragón Elio y se apoderaran de la fuente para su propio beneficio.

Los guardias llegaron a la aldea y, seducidos por el brillo del oro, convencieron a Nicolás para que los guiara hasta la montaña donde vivía el dragón. Nicolás, pensando en las monedas de oro que podría utilizar para comprar medicinas y ayuda para su madre, accedió a guiarlos.

Una vez en la montaña, el brillo de la fuente deslumbró a los guardias, quienes rápidamente abandonaron a Nicolás y se abalanzaron sobre la fuente. En ese momento, Elio el dragón apareció ante ellos, con un rugido atronador que sacudió la montaña. -¡Deténganse! ¡Esta fuente es sagrada y no permitiré que la profanen! -gritó el dragón con autoridad, desplegando sus alas majestuosas.

Los guardias, asustados por la presencia imponente de Elio, retrocedieron y se disculparon ante Nicolás por haberlo engañado. Nicolás, avergonzado por haber cedido a la tentación del oro, les perdonó y les indicó el camino de regreso a la aldea.

Elio, conmovido por la valentía y la pureza de corazón de Nicolás, decidió ofrecerle un regalo especial. -Nicolás, tu amor y preocupación por tu madre me han conmovido. Como muestra de mi agradecimiento, te otorgo un cuerno mágico que contendrá agua de la fuente. Esta agua te ayudará a cuidar a tu madre y sanar sus dolencias.

Nicolás, agradecido y emocionado, regresó a su hogar con el cuerno mágico. Al aplicar el agua milagrosa sobre su madre, vio asombrado cómo su salud comenzaba a mejorar día tras día, hasta que finalmente se recuperó por completo.

Desde ese día, Nicolás cuidó amorosamente de la fuente y se convirtió en el guardián de su magia, asegurándose de que su poder sanador siguiera beneficiando a toda la aldea. Y siempre recordó la lección de que la verdadera riqueza está en el amor, la bondad y la generosidad.

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