Nieve y el abrazo del sol


Había una vez en un prado verde y extenso, una pequeña ovejita blanca llamada Nieve. Nieve era muy tierna y peludita, pero tenía un problema: sentía mucho frío todo el tiempo.

A pesar de que su lana era espesa, el viento helado del invierno lograba colarse entre sus rizos blancos. Una mañana, mientras caminaba por el prado buscando algo para abrigarse, Nieve se detuvo al ver un destello brillante a lo lejos.

Era el sol que comenzaba a asomar por encima de las montañas. Sin dudarlo, la ovejita corrió hacia él con la esperanza de sentir su cálido abrazo.

Al acercarse al sol, Nieve sintió cómo sus rayos dorados acariciaban su pelaje y cómo poco a poco el frío se iba desvaneciendo. La ovejita cerró los ojos y disfrutó de aquel momento mágico en el que el sol la abrigaba con su luz.

De repente, una voz suave y melodiosa resonó en el aire:- ¡Hola, pequeña! ¿Por qué tienes tanto frío? Nieve abrió los ojos sorprendida y vio frente a ella a Luna, una hermosa mariposa azul que revoloteaba alegremente. - ¡Oh, Luna! -exclamó Nieve emocionada-.

Siempre tengo frío y no sé qué hacer para estar más calentita. Luna sonrió con ternura y le dijo:- No te preocupes, querida amiga. El sol te está regalando su calor en este momento porque vio tu necesidad y decidió ayudarte.

Pero recuerda que también puedes encontrar calor en otros lugares si sabes dónde buscar. Nieve escuchaba atentamente las palabras de Luna mientras seguía disfrutando del abrazo luminoso del sol sobre su lomo lanudo. - ¿Qué puedo hacer entonces? -preguntó la ovejita con curiosidad.

Luna revoloteó alrededor de Nieve antes de responder:- Puedes buscar refugio cerca de tus amigos cuando hace mucho frío; juntos podrán darse calor mutuamente. También puedes moverte más durante el día para mantenerte activa y generar calor corporal.

Y no olvides cuidar tu alimentación para tener energía suficiente que te ayude a mantener tu temperatura interna estable. Nieve asintió emocionada ante los consejos sabios de Luna y prometió seguirlos al pie de la letra.

Desde ese día, cada vez que sentía frío recordaba las palabras de Luna y buscaba cercanía con sus amigos animales para compartir calidez en los días gélidos del invierno.

Así, gracias al amoroso consejo de Luna y al cálido abrigo del sol por las mañanas, Nieve aprendió a cuidarse mejor y nunca más volvió a sentirse tan desprotegida ante el crudo clima invernal. Y colorín colorado este cuento ha terminado... ¡por ahora!

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