Niña Aprende a Decir No



Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores y risas, una niña llamada Sofía. Sofía era una niña muy amable y siempre quería que todos estuvieran contentos. Sin embargo, había algo que la preocupaba: nunca sabía cómo decir —"no" .

Un día, el sol brillaba intensamente y el parque del pueblo se llenó de niños jugando. Sofía salió a jugar, y como siempre, sus amigos la llamaron.

"¡Sofía, ven a jugar a la pelota!" - gritó Felipe.

"¡Sofía, ven a la montaña de arena!" - dijo Ana.

Sofía sonrió y fue a jugar con Felipe, aunque en realidad tenía ganas de construir un castillo de arena. A las pocas horas, se dio cuenta de que también estaba cansada y suiento de no disfrutar de lo que realmente le gustaba.

A la mañana siguiente, Sofía decidió visitar a su amiga Lila, quien siempre tenía buenas ideas.

"Lila, ¿sabés algo? Me gustaría aprender a decir no" - le confesó Sofía.

"¡Eso es genial! Decir no es muy importante" - respondió Lila.

Sofía miró a Lila con curiosidad.

"¿Pero cómo lo hago?" - preguntó, frunciendo el ceño.

"Hay diferentes maneras. Podés decir: 'no, gracias', o 'me gustaría, pero no puedo', o simplemente decir 'no' con una sonrisa" - explicó Lila.

Sofía se sintió alentada. Decidió que ese día iba a practicar. Cuando fue al parque, sintió un cosquilleo en el estómago.

Primero, se acercó a un grupo que estaba organizando un juego.

"¡Sofía, ven a jugar!" - le dijeron.

Sofía respiró profundo y sonriendo contestó.

"Gracias, pero esta vez no quiero jugar. Prefiero hacer un castillo de arena".

Sus amigos se sorprendieron.

"Está bien, Sofía. Te vemos después" - dijeron, y se unieron a otros juegos.

Sofía se sintió feliz y liberada, empezó a construir un hermoso castillo de arena. Pero, de repente, escuchó a alguien que la llamaba.

"¡Sofía, ven a volar cometas!" - gritó Tomás.

Sofía sintió la tentación de dejar su castillo, pero recordó lo que había aprendido.

"No, gracias, Tomás. Me gustaría volar cometas, pero estoy disfrutando mucho de esto" - respondió con confianza.

Tomás la miró atónito, pero luego sonrió.

"¡Está bien! Y cuando termines, ven a volar la nuestra" - le recriminó, mientras corría hacia el grupo.

Sofía se sintió más segura. Sin embargo, aún no era el final. En la tarde, algunos niños se acercaron a ofrecerle un dulce.

"Sofía, ¿quieres uno?"

Sofía miró el dulce y dudó, ya que había tenido suficiente.

"No, gracias. No tengo hambre ahora" - dijo, sorprendida con ella misma.

Los niños se rieron y le dijeron que estaba bien, pero luego no se detuvo allí. Tal día como ese, al final de la tarde, Sofía escuchó un grito.

"¡Ayuda!" - era una ardilla que había quedado atrapada en un arbusto.

Sofía se acercó.

"¡No te preocupes, pequeña ardilla! Te ayudaré" - dijo con valor.

Con cuidado, Sofía logró liberar a la ardilla. Ella salió y le dio las gracias.

"Eres muy valiente. ¡Gracias!" - dijo la ardilla mientras corría a un árbol.

Desde ese día, Sofía aprendió a ser más segura de sí misma. No solo podía decir no, sino que también se sentía libre de elegir lo que realmente quería hacer.

Al pasar los días, Sofía se dio cuenta de que su nuevo poder no solo le permitía rechazar cosas que no quería, sino que también le daba valor para perseguir lo que sí le importaba.

Y así, en un pueblito donde hubo risas y juegos, una pequeña niña valiente aprendió que decir no es un arte y que lo que realmente importa es aprender a escucharse a uno mismo.

Fin.

FIN.

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