Nina y el banquete solidario
Había una vez una perrita llamada Nina, que vivía en un hermoso jardín junto a su dueña, la señora Marta. Nina era muy juguetona y cariñosa, pero tenía un pequeño problema: no le gustaba compartir su comida.
Cada día, cuando la señora Marta le servía el plato de comida a Nina, ella se ponía muy feliz y comenzaba a comer con mucha ansiedad.
Pero si algún otro animalito del jardín se acercaba para pedirle un poco de comida, Nina gruñía y los alejaba rápidamente. Un día soleado, mientras Nina disfrutaba de su deliciosa comida en el jardín, llegó corriendo Maxi el gatito. Maxi tenía los ojos grandes y tristes porque llevaba varios días sin comer.
Con mucho cuidado y temor se acercó a Nina y le dijo:"Nina, por favor ¿me podrías dar un poquito de tu comida? Tengo mucha hambre". Nina lo miró con desconfianza y gruñó fuertemente.
"¡Fuera de aquí! Esta es mi comida", respondió molesta. Maxi se retiró triste y decepcionado. No entendía por qué Nina no quería ayudarlo cuando él también había compartido muchas veces su propia comida con ella.
Esa noche, mientras Nina dormía tranquilamente en su cama calentita, tuvo un sueño extraño. Soñó que estaba rodeada de animales hambrientos que lloraban porque no tenían nada para comer. El corazón de Nina se llenó de tristeza al ver tanto sufrimiento.
Al despertar al día siguiente, Nina se levantó con una nueva actitud. Había comprendido que compartir era importante y que podía hacer felices a otros animales al darles un poco de su comida. Cuando llegó la hora de comer, Nina vio acercarse nuevamente a Maxi el gatito.
Esta vez, en lugar de gruñirle, le ofreció un poco de su comida con una sonrisa amigable. "Maxi, aquí tienes. Espero que esto te ayude", dijo Nina con alegría. Maxi no podía creerlo.
Estaba tan emocionado y agradecido que comenzó a lamerle la cara a Nina como muestra de cariño.
A partir de ese día, Nina aprendió que compartir su comida no solo hacía felices a los demás animales del jardín, sino también la hacía sentir bien consigo misma. Desde entonces, cada vez que alguien necesitaba ayuda o tenía hambre, Nina estaba dispuesta a compartir sin dudarlo.
Y así, gracias al cambio en el corazón de Nina, todos los animalitos del jardín vivieron felices y compartieron sus alimentos entre ellos. Aprendieron que ayudarse mutuamente era lo más importante y eso hizo del jardín un lugar aún más hermoso y especial. La historia de Nina nos enseña la importancia de ser generosos y solidarios con los demás.
Compartir nuestras cosas puede marcar una gran diferencia en la vida de quienes nos rodean y además nos hace sentir bien por dentro.
FIN.