Nina y el Gran Árbol



En un pequeño vecindario de Buenos Aires, vivía una gata llamada Nina. Era una gata de pelaje gris y ojos verdes que brillaban como dos esmeraldas. Aunque tenía una vida tranquila y cómoda, había algo que la llenaba de temor: el Gran Árbol del parque.

Todos los días, los demás gatos del vecindario subían al árbol más alto, jugaban entre las ramas y disfrutaban de la vista desde las alturas. Pero Nina, cada vez que se acercaba al árbol, sentía un nudo en el estómago.

Un día, sus amigos se reunieron en el parque.

"¡Vamos a trepar!" - gritó Tito, el gato más atrevido.

"Sí, es muy divertido", dijo Lila, que siempre estaba dispuesta a explorar.

Nina miró el árbol desde abajo, sintiendo que su corazón latía rápido.

"No sé si puedo...," - murmuró Nina.

"¿Por qué?" - preguntó Lila. "Es solo un árbol. ¡Es fácil!"

"Sí, ¡solo hay que intentarlo!" - alentó Tito.

"Pero... ¿y si me caigo?" - dijo Nina, bajando la mirada.

Los otros gatos la miraron, comprendiendo su preocupación.

"Mirá, Nina," - dijo Tito con una sonrisa "Yo también tenía miedo la primera vez. Pero cuanto más lo intenté, más fácil se volvió. A veces, necesitamos un empujoncito para enfrentar nuestros miedos."

Nina pensó en las palabras de Tito. "¿Y si me caigo de verdad?" - volvió a preguntar.

"Te prometo que estaré ahí para ayudarte. Si caes, no será el fin del mundo. Todos estamos aquí para cuidarnos entre nosotros", dijo Lila apoyándole suavemente una pata en el lomo.

Después de un rato de vencer sus dudas, Nina empezó a acercarse al árbol, emocionándose un poco con la idea de escalar. Ella observó cómo sus amigos se movían entre las ramas, riendo y disfrutando del día soleado. El sol brillaba y el viento suave acariciaba su pelaje.

"¡Vamos!" - exclamó Tito. "Solo un intento. ¡Dame tu pata!"

Nina respiró hondo. "Está bien. ¡Voy a intentarlo!"

Con una decisión repentina, comenzó a trepar. Sus patas se movían temblorosas, y después de algunos intentos fallidos, sintió que podía lograrlo. Cada vez que se balanceaba un poco, sus amigos la animaban desde abajo.

"¡Vas bien, Nina! Solo un poco más!" - gritó Lila, emocionada.

Nina se sintió más confiada.

"¡Lo estoy logrando!" - pensó, subiendo un poco más.

Pero de repente, mientras Nina estaba a medio camino de una rama, un pajarito salió volando, asustando a la gata.

"¡Ahh!" - gritó Nina mientras un gran susto la hizo resbalar.

Afortunadamente, Tito estaba a su lado, listo para ayudarla.

"¡No te preocupes! ¡Te tengo!" - dijo Tito mientras atrapaba a Nina y la ayudaba a estabilizarse.

Nina respiró profundamente, sintiendo que había superado un gran obstáculo.

"¡Gracias, Tito! Estuve tan asustada..." - dijo, con un brillo de gratitud en sus ojos.

Con el apoyo de sus amigos, Nina fue capaz de retomar el camino hacia arriba. Esta vez, ya no sentía miedo.

"¡Lo logré!" - gritó, una vez que llegó a la cima.

Desde la altura, pudo ver todo el parque, los árboles que danzaban con el viento y los otros gatos que jugaban felices.

"¡Miren, chicos! ¡Puedo ver mi casa desde aquí!" - dijo, mientras sus amigos la festejaban.

"¡Te lo dijimos! Mira lo que puedes lograr cuando enfrentas tus miedos", dijo Lila, saltando de alegría.

"¡Sí! ¡Gracias por ayudarme!" - respondió Nina, sintiéndose tan agradecida como feliz.

Desde ese día, Nina no solo se convirtió en una experta trepadora, sino también en una gata que nunca se rendía ante sus miedos. Ahora, motivaba a otros gatos a probar subir al árbol y vencer sus temores. A veces, todo lo que se necesitaba era un poco de valor y buenos amigos al lado, y así, Nina aprendió que enfrentar los miedos en el camino correcto puede traer grandes recompensas y alegrías.

Siempre recordará aquel día en que decidió dejar sus temores atrás y descubrir lo grandioso que podía ser ver el mundo desde lo alto.

FIN.

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