Ninja de la Oscuridad


Había una vez un pequeño ninja llamado Tomás. Era un niño muy inteligente y valiente, pero tenía un gran problema: le tenía miedo a la oscuridad. Todos los días, cuando llegaba la noche, Tomás se sentía inquieto y asustado.

No podía dormir bien y se despertaba varias veces durante la madrugada. Sus padres intentaban calmarlo, pero no había forma de que el miedo desapareciera.

Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, Tomás encontró a un ninja muy especial. Era un ninja de la oscuridad, cuyo traje era completamente negro y parecía desvanecerse en la noche. - ¡Hola! -dijo Tomás con timidez-.

¿Quién eres tú? - Soy el ninja de la oscuridad -respondió el hombre-. Y veo que tienes miedo de algo. - Sí... tengo miedo de la oscuridad -confesó Tomás con vergüenza. El ninja sonrió amablemente y le dijo:- La oscuridad no es tu enemiga.

Es solo una parte del mundo que te rodea. Si aprendes a conocerla y a aceptarla, dejará de asustarte. Tomás estaba desconcertado por las palabras del ninja.

¿Cómo podía ser eso posible? Pero decidió escucharlo atentamente mientras caminaban juntos por el bosque. De repente, escucharon un ruido extraño detrás de ellos. El ninja se puso en guardia rápidamente y miró hacia atrás con atención. - Tranquilo -le susurró al niño-. Solo es una rama movida por el viento.

Tomás se dio cuenta de que el ninja no tenía miedo a la oscuridad ni a los ruidos extraños. Era valiente y confiado, incluso en situaciones difíciles. - ¿Cómo haces para no tener miedo? -preguntó Tomás con curiosidad.

El ninja se detuvo y lo miró con calma:- La valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de enfrentarlo.

Yo también tengo miedo a veces, pero sé que puedo superarlo si me concentro en mi entrenamiento y en mi misión. Tomás pensó en las palabras del ninja y decidió que quería ser como él. Quería aprender a dominar sus miedos y convertirse en un verdadero guerrero. Así comenzó su entrenamiento con el ninja de la oscuridad.

Aprendió técnicas para controlar su respiración, meditación para concentrarse mejor y habilidades para moverse sin hacer ruido por la noche. Poco a poco, fue perdiendo el miedo a la oscuridad y ganando confianza en sí mismo.

Un día, mientras caminaban juntos por el bosque nuevamente, Tomás le dijo al ninja:- Gracias por enseñarme todo esto. Ahora ya no tengo tanto miedo como antes. El ninja sonrió satisfecho:- Me alegra escuchar eso.

Pero recuerda: el camino del guerrero nunca termina. Siempre hay algo más que aprender y mejorar. Tomás comprendió entonces que su entrenamiento nunca acabaría realmente porque siempre habría nuevos desafíos por enfrentar.

Pero estaba listo para seguir adelante con valentía y determinación gracias al apoyo del ninja de la oscuridad. Y así, Tomás se convirtió en un gran guerrero ninja, capaz de enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

Y lo más importante: aprendió a no tener miedo a la oscuridad porque sabía que su valentía era más fuerte que cualquier sombra.

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