Niño Bosco y su Sueño de Volar



Era un hermoso día en la ciudad de Buenos Aires. El sol brillaba y el cielo estaba despejado, perfecto para una aventura. Niño Bosco, un niño curioso y soñador, miraba hacia arriba, fascinado por las aves que volaban ágilmente en el cielo.

"¡Quiero volar como ellas!" - exclamó Bosco, saltando de emoción.

Su amigo, Tomi, que siempre estaba a su lado, lo miró con una ceja levantada.

"Pero Bosco, ¡los humanos no pueden volar!" - dijo con una sonrisa.

"¡Eso es lo que creen! ¡Voy a encontrar la manera!" - respondió Bosco, decidido.

Esa tarde, Bosco se puso a investigar. Con libros de la biblioteca y revistas viejas, aprendió sobre cómo los pájaros usaban sus alas. Dibujo y recortó largas alas de papel, atándolas a su espalda con cinta adhesiva.

"¡Mira, Tomi! ¡Estoy listo!" - gritó mientras se subía a la rama baja de un árbol.

"¡Ten cuidado! Eso no va a funcionar..." - advirtió Tomi, un poco nervioso.

Pero Bosco estaba decidido. Tomó impulso y lanzó sus brazos hacia adelante… ¡y cayó al suelo en un suave aterrizaje!"Fue solo un tropiezo, ¡lo intentaré de nuevo!" - se levantó riendo.

La tarde se convirtió en un verdadero taller de vuelo. Sus amigos se unieron y empezaron a hacer más alas y trajes con lo que encontraban: cartón, sábanas viejas y hasta algunas sombrillas. El grupo estaba lleno de risas y creatividad.

Al día siguiente, decidieron hacer una competencia de vuelo: el que más alto llegara con sus alas de papel, sería el primer chico volador de la ciudad.

"¡Hoy volaré!" - gritó Bosco mientras corría hacia un pequeño monte.

Todo el vecindario se reunió para ver el espectáculo. Bosco subió a la cima y, con un gran aliento, se lanzó. Pero en vez de volar, terminó una vez más en el suelo, esta vez matizando de risas a sus amigos que lo animaban desde abajo.

"¡Eso estuvo increíble, Bosco! ¡Sos el mejor aterrizador de todos!" - le gritó su amiga Ana, entre risas.

"Gracias, eso estuvo divertido, pero tengo una idea mejor… ¡Hagamos un planeador!" - dijo Bosco, entusiasmado.

Con la ayuda de sus amigos y un abuelo del barrio que había sido ingeniero, comenzaron a construir un planeador utilizando vigas, cartón y tiras de tela. Trabajaron día y noche, cargados de emoción y energía.

Finalmente, llegó el día de la prueba del planeador. Todos se reunieron, incluso los vecinos, con mucha curiosidad.

"Voy a volar, ¡ahora sí!" - dijo Bosco, visiblemente emocionado, mientras subía al planeador.

Con un último empujón de sus amigos, Bosch se deslizó montaña abajo, y, sorprendentemente, ¡el planeador empezó a elevarse! Fue un momento mágico. Durante unos segundos, Bosco flotó en el aire.

"¡Estoy volando, estoy volando!" - gritó, lleno de alegría. Al ver que todos lo animaban desde abajo, su corazón latía rápido.

Pero al poco tiempo, el planeador comenzó a descender rápidamente.

"¡Bosco! ¡Aguanta!" - gritaron sus amigos al verlo caer. Pero él sonrió. Sabía que había logrado algo muy especial.

Finalmente tocó suavemente el suelo, y todos corrieron hacia él.

"¡Lo hiciste! ¡Volaste!" - gritaron, rodeándolo.

"Sí, y es gracias a todos ustedes. ¡No se trata sólo de volar, sino de soñar grande y trabajar juntos!" - dijo Bosco, con una sonrisa, con su corazón lleno de alegría.

Desde entonces, Niño Bosco y sus amigos continuaron soñando y creando, haciendo realidad cada uno de sus proyectos, porque entendieron que lo importante no era solo volar, sino el viaje y las amistades que cultivaron en el proceso. Y, aunque no volaron como los pájaros, aprendieron que cada uno de sus sueños tenía alas propias.

Y así, cada vez que miraban al cielo, recordaban que volar era solo una forma de lograr lo que más deseaban, siempre juntos, como mejor amigos.

Y cada vez que alguien, en lo alto, veía a un grupo de chicos construyendo algo, no podía evitar sonreír, porque sabía que, en esos momentos, había un pedacito de cielo que pertenecía a Niño Bosco y sus soñadores amigos.

FIN.

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