¡No más Bolsas!



En la frontera entre Uruguay y Brasil, había un hermoso arroyo llamado Cuñapirú. Sus aguas cristalinas eran el hogar de peces y plantas, y todo lo que la rodeaba vibraba con un aire de magia. Pero había un problema: algunos habitantes de la zona, sin darse cuenta, estaban arrojando bolsas de nylon al arroyo, lo que empezaba a afectar su belleza y la vida que en él existía.

Un día, Lucas, un niño curioso de diez años, decidió jugar cerca del arroyo. Mientras pescaba con su caña de bambú, notó algo flotando en el agua. Al acercarse, vio que era una bolsa de nylon, llena de hojas secas y restos de basura.

"¡Mirá, papá!" -gritó Lucas, señalando la bolsa.

"Es una pena, hijo. Esa bolsa no debería estar ahí. Contamina el agua y pone en peligro a los peces" -respondió su papá, mientras sacaba la bolsa con cuidado.

Lucas observó en silencio cómo su padre intentaba liberar el arroyo de desechos, y una idea empezó a formarse en su cabeza. Quería hacer algo más grande, algo que protegiera su querido Cuñapirú.

A la mañana siguiente, Lucas se reunió con sus amigos del barrio, Sofía, Mateo y Ana.

"¡Chicos!" -dijo Lucas entusiasmado"¿Quieren ayudarme a limpiar el arroyo y hacer una campaña para que no tiren más bolsas de nylon?"

"¡Sí, quiero ayudar!" -respondió Sofía.

"¿Y cómo lo hacemos?" -preguntó Mateo, mirando a Lucas con curiosidad.

Lucas, pensando en voz alta, sugirió:

"Podríamos hacer carteles y hablar con la gente. ¡Y también un día de limpieza!"

"¡Eso suena genial!" -exclamó Ana.

Así fue como los cuatro amigos se pusieron manos a la obra. Usaron cartones viejos para hacer coloridos carteles donde escribieron mensajes como: "Cuñapirú te necesita, ¡No más bolsas!" y "Protejamos a nuestros peces". Con sus carteles listos, se dirigieron al parque donde la gente solía reunirse.

"¡Hola, vecinos!" -gritó Lucas desde un banquito. "Hoy vamos a hablarles sobre nuestro hermoso arroyo Cuñapirú. ¿Sabían que las bolsas de nylon lo contaminan?"

La gente, un poco sorprendida, comenzó a acercarse.

"Pero son solo bolsas, ¿qué daño pueden hacer?" -preguntó un adulto.

"¡Muchísimo!" -explicó Sofía. "Pueden tardar muchos años en descomponerse y dañan la vida de peces y plantas. ¡Queremos ayudar a nuestro arroyo!"

Al ver la pasión en los ojos de los niños, algunos adultos comenzaron a cruzar manos, mirándose entre sí. Fue entonces cuando un pescador del pueblo, don Ramón, se acercó.

"Muchachos, yo pesco en Cuñapirú cada semana. He notado menos peces en los últimos años. El nylon es una amenaza para todos. ¡Cuenten conmigo!"

La noticia de su campaña se esparció y pronto, ese fin de semana, se organizó un gran día de limpieza junto a don Ramón y muchos adultos. Con guantes y bolsas (no de nylon, por supuesto), los niños y la comunidad comenzaron a recoger basura.

Mientras limpiaban, encontraron hasta un viejo juguete y muchas bolsas olvidadas.

"¡Mirá lo que encontré!" -exclamó Ana, levantando un juguete cubierto de barro.

"Esto hacía mucho que no lo veía. Creo que era de uno de nuestros vecinos. Vamos a llevárselo de vuelta" -respondió Mateo.

Al final del día, Cuñapirú resplandecía de nuevo, las aguas más claras y las sonrisas de los niños brillaban hasta más que el sol. Al terminar la jornada, Lucas y sus amigos hicieron un nuevo cartel:

"Gracias a todos, ¡el Cuñapirú está más limpio!"

Mientras se despedían, Sofía sugirió:

"¿Y si hacemos esto cada mes? ¡Podemos convertirnos en los guardianes de Cuñapirú!"

Todos asintieron, emocionados por la idea.

Desde ese día, el arroyo fue más que un lugar de juegos. Se volvió un símbolo de unidad y cuidado en la comunidad. La gente dejó de tirar bolsas de nylon, y las familias se unieron para preservar la belleza de su hogar. El susurro del Cuñapirú se escuchaba cada vez más fuerte, hablando de peces felices y aguas limpias, gracias al esfuerzo de unos pequeños guardianes llenos de conciencia y amor por la naturaleza. Y así, el arroyo siguió susurrando su magia, recordando a todos la importancia de cuidar su entorno. ¡No más bolsas, y sí a un mundo más lindo!

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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