Noa y el Baile de Primavera



Era una mañana de primavera cuando Noa, una niña de siete años con una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor, decidió que era el momento perfecto para dar su primer espectáculo de danza en el jardín de su casa. La brisa fresca le acariciaba el rostro mientras los árboles florecían en colores vibrantes.

-Noa, ¿qué hacés ahí sentada? -le preguntó su amigo Tomás, que pasaba por su casa con una pelota de fútbol bajo el brazo.

-Voy a hacer un baile para celebrar la primavera y la felicidad. -respondió ella entusiasmada.

-¿Un baile? ¿Y cómo lo vas a hacer sin música? -dijo Tomás, curioso pero un poco escéptico.

-Si no hay música, la inventaré yo. ¡Mirá! -Noa comenzó a moverse al ritmo de su propia melodía, dando vueltas y saltos entre los pétalos de flores que caían del árbol.

Tomás se quedó mirándola por un momento, impresionado.

-Podés ser mi espectadora, y así le cuento a los demás lo genial que sos. -propuso él, y no dudó en sacar la pelota para empezar a hacer malabares.

Mientras Tomás jugaba, Noa siguió practicando su baile. Pero cuando llegaron sus amigos, ella se puso un poco nerviosa.

-Hola, Noa. -dijo Sofía, otra amiga del grupo. -¿Qué haces?

-Voy a bailar, tengo una idea en mente. -contestó Noa con voz titubeante. -Pero… ahora tengo miedo de que no les guste.

-¡Pero si vos sos la mejor bailarina! -exclamó Lucas, entusiasmado. -Tenés que hacerlo.

-A veces la gente se ríe, y no quiero que tomen mi sueño a la ligera. -susurró Noa, mirando a sus pies.

-Mirá, Noa, si no das el primer paso, nunca sabrás lo que puede pasar. -dijo Sofía, segura. -Todos estamos aquí para apoyarte.

Aunque un poco asustada, Noa decidió que era momento de ser valiente. Así que, con un profundo suspiro, se colocó en el centro del jardín.

-¡Voy a bailar! -gritó ella, grabando la atención de todos.

Comenzó a moverse de nuevo, dejando fluir su alegría. La música de su corazón se volvió más fuerte, y un brillo de confianza iluminó su mirada. Saltaba, giraba y chocaba sus pies con el suelo mientras sus amigos la aclamaban.

-Vamos, Noa, ¡sos genial! -gritó Tomás, que había dejado la pelota a un lado para aplaudir.

El baile estaba lleno de emociones: felicidad, sorpresa y ¡mucho color! Pero de repente, Noa pisó un pétalo resbaloso y perdió el equilibrio, cayendo al suelo.

-¡Oh, Noa! -gritó Sofía. -¿Estás bien?

-Voy a llorar. -dijo Noa, frustrada.

-No, eso no es lo que hacemos. -dijo Lucas mientras todos se acercaban. -Si caés, te levantás.

-Levantate, ¡sos fuerte! -agregó Tomás, ofreciéndole su mano.

Con un poco de duda, Noa tomó la mano de Tomás y se puso de pie, mirando a sus amigos.

-Nadie se ríe de vos. A todos nos encantó tu baile. -le dijo Sofía con una sonrisa.

-Eso es cierto. -dijo Lucas. -Si nunca te levantás, te quedás en el suelo.

Noa sintió que las palabras de sus amigos le daban fuerzas. Secó sus lágrimas y respiró profundo.

-Estoy lista para seguir. Ahora voy a bailar aún mejor. -declaró, y todos aplaudieron.

Así, volvió a empezar su baile, esta vez con más energía, ilustrando la resiliencia. Al finalizar, recibió una lluvia de aplausos y sonrisas.

-Viva Noa, la primera bailarina de primavera. -gritó Tomás, y todos se unieron a él.

Después de esa experiencia, Noa comprendió que lo más importante no era si se caía o si todo salía perfecto, sino que mientras hubiera amigos apoyándola, siempre tendría el valor de levantarse y seguir adelante. Y así fue como Noa descubrió la verdadera alegría de bailar, compartir y celebrar la vida en primavera.

Desde ese día, ella siguió bailando, pero también inspirando a otros a no rendirse. En cada primavera, organizaba un baile donde todos podían participar y celebrar juntos.

Y así, entre risas y música, la amistad floreció siempre en el jardín de Noa, donde el baile y la felicidad nunca dejaban de brillar.

FIN.

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