Noa y el Espejo Mágico



Era una tarde común en el hogar de Noa. Ella, una niña de 11 años, se encontraba en su habitación escuchando música a todo volumen. Sus padres, preocupados por su comportamiento, intentaron hablar con ella.

"Noa, ¿podés bajar un poco la música?" - pidió su madre con una sonrisa, esperando un gesto amable de su hija.

"¡No! Estoy en mi cuarto y puedo hacer lo que quiero!" - respondió Noa, girando la cabeza para no mirarlos.

Sus padres se miraron sabiendo que esto no era nuevo. Noa pasaba de ser dulce y cariñosa a ser despectiva y rebelde en un abrir y cerrar de ojos. Nadie sabía por qué le costaba tanto controlar sus emociones.

Una mañana, Noa se despertó con ganas de explorar su vecindario. Mientras caminaba, se topó con una tienda antigua que nunca había visto.

"¿Qué será esto?" - se preguntó mientras entraba. En el fondo de la tienda, un espejo muy peculiar llamó su atención. Era grande y tenía un marco dorado, pero lo más extraño era cómo la superficie parecía brillar de una manera inusual.

"Hola, Noa" - dijo el espejo con una voz suave y melodiosa. La niña se quedó paralizada.

"¿Yo? ¿Estás hablando conmigo?" - preguntó, sintiéndose muy confundida.

"Sí, soy el Espejo Mágico. He visto cómo interactuás con tus padres y los demás. A veces no te reconocen, pero hay algo en ti que quiere salir" - explicó el espejo.

Noa frunció el ceño, pensando en todas las veces que había sido grosera con sus padres.

"¿Por qué me decís eso?" - replicó, aún a la defensiva.

"Porque veo un potencial en vos. Pero primero, tenés que entenderte a vos misma. Permitime ayudarte a ver la verdad de tu reflejo" - dijo el espejo.

Intrigada, Noa aceptó la oferta del espejo. En un abrir y cerrar de ojos, fue transportada a un mundo donde podía ver sus comportamientos como si fueran personajes.

Se encontró con dos figuras. Una representaba su lado amable: una niña feliz y sonriente.

"¡Hola, Noa! Yo soy la parte de vos que ama pasar tiempo con tu familia. Me encanta reír y jugar con ellos" - dijo la niña sonriente.

La otra figura era oscura y se movía de manera errática.

"Yo soy la parte de vos que se siente frustrada y molesta. Es más fácil gritar que hablar" - dijo la parte oscura, cruzándose de brazos.

"¿Por qué no pueden llevarse bien?" - preguntó Noa, confundida.

"Porque a veces no entendemos a los demás. La frustración aparece cuando nos sentimos ignoradas o incomprendidas. Pero eso no es excusa para lastimar a las personas que amamos" - explicó la parte amable.

Noa pensó en cómo podía mejorar la manera en que se comunicaba con sus padres. En ese momento, el espejo parpadeó y la trajo de regreso a su habitación.

Al volver, decidió que quería hablar con sus padres. Después de un rato, se acercó a ellos.

"Mamá, papá, tengo algo que decirles..." - comenzó, nerviosa.

"¿Qué pasa, Noa?" - preguntaron a la vez, sorprendidos.

"Lo siento. A veces hablo sin pensar y sé que eso les duele. Voy a intentar ser mejor" - dijo con sinceridad.

Sus padres sonrieron, aliviados y orgullosos.

"Te queremos mucho, Noa. Siempre estamos aquí para escucharte" - dijo su padre.

Con el tiempo, Noa hizo un esfuerzo consciente por mostrar más respeto y comprensión hacia sus padres. A veces, encontraba frustraciones, pero cada vez que sentía la necesidad de desahogarse, recordaba la lección que aprendió del espejo mágico.

Ahora, Noa no solo se entendía mejor a sí misma, sino que también fortaleció su relación con su familia, creando un hogar lleno de amor y risas.

El espejo, desde su rincón mágico, sonrió satisfecho, sabiendo que había ayudado a Noa a ver la belleza de su verdadero reflejo.

FIN.

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