Nobita y la suerte que hizo brillar
Nobita era un niño que siempre se consideraba desafortunado. Todo le salía mal: en la escuela, se olvidaba de hacer los deberes y recibía malas notas. En el recreo, siempre era el último en ser elegido para jugar al fútbol. Y en casa, sus intentos de ayudar siempre terminaban en desastres, como cuando intentó preparar un desayuno sorpresa para su mamá y quemó las tostadas. Sin embargo, a pesar de sus problemas, había algo que Nobita tenía: un corazón bondadoso.
Un día, mientras caminaba a casa cabizbajo, se encontró con un perrito callejero que parecía haber perdido a su dueño. "¡Hola, pequeño! ¿Te has perdido?"- dijo Nobita, agachándose para acariciar al perro. El perrito movió la cola y se acercó, llenando de alegría el corazón de Nobita. Sin pensarlo, decidió llevarlo a casa.
"Nobita, te dije que no quería más mascotas en la casa"- le recriminó su madre al verlo entrar con el perrito. Nobita, sintiéndose triste, miró al perro y dijo: "Pero mamá, creo que necesita ayuda y cariño. Además, ¡puede ser un buen amigo!"-
Su madre dudó, pero finalmente aceptó: "Está bien, solo si te aseguras de cuidar de él"-. Nobita se comprometió a hacerlo y lo nombró Shiro.
Con la llegada de Shiro, la vida de Nobita comenzó a cambiar. A pesar de que todavía le iba mal en la escuela, Shiro siempre estaba a su lado y lo animaba en los momentos difíciles. Nobita empezó a cuidarlo mejor, y eso le enseñó sobre responsabilidad y amor. Sin embargo, un día decidió llevar a Shiro al parque.
"¡Vamos a correr, Shiro!"- gritó Nobita con entusiasmo. Al llegar al parque, se olvidó de cuidar sus cosas y perdió su mochila. Se preocupó ya que dentro llevaba sus libros y una tarea importante.
"Oh no, ¿qué haré ahora?"- se decía a sí mismo, sintiéndose nuevamente desafortunado. Justo en ese momento, vio a un grupo de niños buscando algo entre la hierba. Nobita se acercó y les preguntó:
"¿Están buscando algo?"-
"Sí, hemos perdido un balón y no lo encontramos"- respondió un niño. Entonces, con la ayuda de Shiro, Nobita se puso a buscar; su perrito olfateó un lugar en el césped. "¡Allí!"- Nobita gritó, señalando una zona.
Con emoción, comenzaron a excavar y, para sorpresa de todos, encontraron el balón. Los niños celebraron y le agradecieron. "¡Eres formidable, Nobita!"- le dijeron, y esa ovación llenó su corazón de felicidad.
Después de esa experiencia, Nobita se dio cuenta de que, a pesar de sus problemas, había mucho para dar. Al volver a casa, se sintió diferente. "Tal vez no todo es tan malo después de todo"- pensó, y decidió abordar sus estudios de otra manera, siendo más constante y pidiendo ayuda a sus profesores.
Con el tiempo, comenzó a sacar mejores notas, haciendo amigos nuevos y jugando con Shiro en el parque. El día del torneo de fútbol, sus compañeros lo invitaron a unirse justo cuando pensó que quedaría fuera del equipo una vez más. Nobita se unió y, gracias a su perseverancia y a sus entrenamientos, fue cuanto menos el jugador que hizo el gol que llevó a su equipo a la victoria.
"¡Lo lograste, Nobita!"- le gritaron emocionados. Nobita, sonriendo, abrazó a Shiro y sus ojos brillaron. Había aprendido que la verdadera suerte no viene de las circunstancias, sino de la actitud con la que se enfrenta a la vida.
Desde aquel día, Nobita no solo dejó de considerarse un chico desafortunado, sino que, con la ayuda de su fiel amigo Shiro, aprendió el valor de la perseverancia, la amistad y la bondad.
FIN.