Noe y el Bosque Mágico



Era una tarde radiante cuando Noe decidió aventurarse al bosque cercano a su casa. Con su mochila llena de galletitas y un mapa en mano, estaba lista para explorar. Sin embargo, mientras caminaba, se distrajo observando mariposas de colores y, sin darse cuenta, se perdió.

"¿Dónde estoy?" - murmuró asustada, mirando a su alrededor. Los árboles parecían susurrar y el viento jugaba con su pelo.

Mientras tanto, el policía Juan recorría el bosque en su bicicleta, asegurándose de que todos estuvieran a salvo. Al ver a Noe sola y confundida, se acercó rápidamente.

"Hola, pequeña. ¿Te encontraste con algún monstruo?" - bromeó Juan con una sonrisa.

"No, pero no sé cómo volver a casa. Estoy perdida" - respondió Noe con un puchero.

"No te preocupes, yo te ayudaré. Primero, vamos a buscar un lugar tranquilo donde podamos planear el camino de vuelta" - dijo Juan.

Así, comenzaron a caminar juntos. Mientras avanzaban, Juan notó que Noe estaba cada vez más seria.

"¿Te asusta estar aquí?" - le preguntó.

"Un poco. Todo se ve igual y no sé a quién pedir ayuda" - contestó Noe con un suspiro.

"A veces el miedo nos hace sentir solos, pero siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos. ¿No te parece que eso es una buena parte de la amistad?" - reflexionó Juan.

Noe asintió, recordando a sus amigos en la escuela que siempre la hacían reír.

"Sí, y también a veces es más fácil hablar con un extraño que con alguien que conoces, ¿verdad?" - dijo Noe, sonriendo inesperadamente.

"Exactamente, porque los extraños pueden ofrecer una nueva perspectiva. Pero, también está el amor por la amistad, que hace que podamos contar con algunos de esos extraños en el camino" - explicó Juan mientras atravesaban un pequeño arroyo.

Juntos, comenzaron a trazar una línea en el mapa mientras Juan le contaba sobre cómo los amigos también pueden ser una familia que eliges. Sin embargo, mientras hablaban, un fuerte estruendo sonó entre los árboles.

"¿Escuchaste eso?" - preguntó Noe, su voz temblando un poco.

"Sí, parece que algo se movió cerca. Vamos a investigar, siempre es bueno saber qué sucede a nuestro alrededor" - le respondió Juan, llevándola de la mano.

Supieron que no estaban solos; una pequeña familia de ardillas estaba tratando de robar un frutal muy cercano. Ambos rieron al ver las travesuras de los animales.

"A veces, el amor y la amistad pueden ser tan simples como compartir una galletita, o en este caso, una nuez" - dijo Juan, y ambos decidieron sentarse para disfrutar de una merienda juntos.

Mientras picaban su comida, Noe preguntó:

"¿Tú tienes amigos?"

"¡Claro! Y ellos son muy importantes para mí. Nos ayudamos en las buenas y en las malas, como tú y yo ahora" - respondió con calidez.

Con una nueva energía, Noe se sintió más segura. Después de un rato, Juan tomó el mapa y continuaron su viaje. Finalmente, al llegar a un claro, Juan señaló el camino hacia la casa de Noe.

"Ahí está lo que buscamos: la senda de regreso. Y recuerda siempre, incluso en momentos de incertidumbre, está bien buscar ayuda" - dijo con una sonrisa.

Noe abrazó a Juan con gratitud.

"Gracias por ayudarme a encontrar el camino. Me enseñaste que pedir ayuda no es de débiles, es de valientes" - dijo con alegría.

"¡Eso es! Además, siempre es bueno tener a alguien en quien confiar. Cada amistad que cultivamos es un puente en este viaje de la vida" - agregó Juan mientras la guiaba hacia su hogar.

Al llegar a la entrada de su casa, Noe sintió un gran alivio. Hizo una promesa a Juan de compartir siempre el valor de la amistad con sus compañeros, y juntos, descubrieron cómo el amor y la amistad siempre encuentran el camino de regreso, incluso en los momentos más oscuros.

"¡Hasta pronto, Noe!" - se despidió Juan.

"¡Adiós, Juan! Gracias por ser un amigo!" - gritó ella mientras corría hacia su casa con una gran sonrisa.

Desde aquel día, Noe nunca olvidó que, aunque a veces el camino puede parecer confuso, siempre hay personas dispuestas a iluminarlo con amor y amistad.

FIN.

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