Nube y el Jardín de los Sueños
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Araí, conocido por todos como Nube. Tenía 7 años y una imaginación desbordante que lo llevaba a crear historias fantásticas. Un día, mientras jugaba en su jardín, decidió armar un club de amigos llamado 'Exploradores de Sueños'. Invitó a sus tres mejores amigos: Lía, la artista eterna; Tomás, el aventurero intrépido, y Sofía, la científica curiosa.
"¡Chicos, hoy vamos a explorar el Jardín de los Sueños!" dijo Nube, saltando de emoción.
"Pero, ¿dónde queda eso?" preguntó Tomás, rascándose la cabeza.
"¡Allá!" dijo Nube, señalando un arbusto espeso al fondo del jardín.
Al aproximarse a la planta, notaron un destello de luz que emergía de entre las hojas.
"¿Viste eso?" exclamó Lía, mirando a sus amigos con los ojos bien abiertos.
"¡Totalmente! Es como si hubiera algo mágico ahí!" agregó Sofía, mientras se acercaban con cautela.
"Vamos a investigar", sugirió Nube sin dudar.
Empujando las ramas, encontraron una pequeña puerta que los llevó a un mundo colorido lleno de flores cantoras y árboles danzantes.
"¡Bienvenidos al Jardín de los Sueños!" dijo un árbol grande y sabio llamado Aliso.
"¿Es de verdad?" murmuró Tomás, mirando a su alrededor.
"Claro, y cada uno de ustedes puede traer su sueño aquí. Pero deben usar su sinceridad, porque los sueños solo florecen cuando somos honestos con nosotros mismos", explicó Aliso.
Inmediatamente, los amigos se animaron a compartir sus sueños más profundos. Lía deseaba ser una gran artista y pintar murales en la ciudad. Tomás quería ser un explorador que descubriera nuevos mundos. Sofía soñaba con inventar cosas increíbles que ayudaran a la gente. Y finalmente, Nube, lleno de entusiasmo, dijo:
"Yo quiero que todos nuestros sueños se hagan realidad juntos. ¡Seremos un gran equipo!".
El árbol los miró con atención.
"Sus sueños pueden hacerse realidad, pero deberán enfrentarse a la prueba de la sinceridad. Está el Bosque de los Espejos. Si mienten, se perderán en él. ¿Están listos?"
Los amigos, emocionados pero asustados, se dirigieron al bosque. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que cada vez que decía una mentira, su reflejo en los espejos se distorsionaba.
"¡Esto es aterrador!" gritó Tomás, mirando cómo su reflejo se mezclaba con otros rostros.
"No podemos mentir, o nunca saldremos de aquí", dijo Lía, con voz temblorosa.
"Sí, debemos ser sinceros, incluso si duele", añadió Sofía.
Cada uno empezó a contar sus miedos y verdades acerca de lo que realmente deseaban. Cuando Lía admitió que tenía miedo de que nadie entendiera su arte, los espejos empezaron a estabilizarse. Tomás confesó que a veces se sentía despreciado, y así, poco a poco, los cuatros amigos encontraron su camino.
Finalmente, Nube, emocionado, dijo:
"Soy el líder del grupo, pero a veces dudo si soy lo suficientemente bueno para guiar a mis amigos".
El bosque retumbó y las paredes de espejos brillaron intensamente.
"¡Excelente! Ahora han aprendido el verdadero valor de la amistad y la sinceridad", dijo Aliso, quien esperaba al otro lado del bosque.
Con esos aprendizajes en su corazón, lograron salir del Bosque de los Espejos.
De regreso en el Jardín de los Sueños, Aliso sonrió y dijo:
"Sus sueños florecerán, pero solo si los acompañan siempre de esta sinceridad que demostraron".
Los amigos regresaron a su jardín felices y llenos de determinación.
"¡Vamos a hacer realidad nuestros sueños, comenzando hoy mismo!" exclamó Nube, llenando de energía a sus amigos.
Juntos, decidieron crear un mural de arte en el rincón del barrio, donde todos pudieran ver los sueños de cada uno de ellos. Así, lo que comenzó como un juego se convirtió en un verdadero proyecto que unió a toda la comunidad. Araí, conocido como Nube, aprendió que la amistad, la sinceridad y una buena dosis de imaginación podían cambiar no solo sus vidas, sino también su barrio.
FIN.