Nube y su Sueño Lunar



Había una vez un pequeño conejito llamado Nube, que vivía en un hermoso bosque, lleno de colores y melodías. Desde muy pequeño, Nube siempre había tenido un sueño: tocar la luna. Miraba esa esfera brillante en la noche y se preguntaba cómo sería sentir su luz en su pelaje suave.

Un día, mientras jugaba con sus amigos, la ardilla Lila y el búho Hugo, Nube sintió una energía increíble. Sus ojitos brillaron de emoción mientras decía:

"¡Hoy es el día! ¡Voy a saltar tan alto como pueda para alcanzar la luna!"

Lila, mirando el cielo estrellado, se rió y le preguntó:

"¿Crees que puedas llegar hasta allí? ¡La luna está muy lejos, Nube!"

Hugo, con su sabiduría, agregó:

"Nube, aunque el cielo es hermoso y la luna brilla, quizás no puedas saltar tan alto. Pero siempre puedes intentarlo y soñar con ella."

Pero Nube estaba decidido. Con un fuerte resoplido, se preparó para el mayor salto de su vida. Se concentró, agitó sus patas y ¡zas! Saltó con todas sus fuerzas. El corazón de Lila y Hugo latía rápido mientras veían a su amigo elevarse. Pero cuando ya estaba en el aire, Nube se dio cuenta de que no estaba tan alto como había imaginado.

"¡Ay!" gritó Nube mientras caía de nuevo al suelo.

Con un suave golpe, Nube aterrizó en el pasto. Aunque un poco desanimado, miró hacia arriba y sonrió.

"No lo logré, pero todavía puedo intentarlo de nuevo."

Hugo, viendo que su amigo no se rendía, pensó que tal vez podría ayudarle.

"Nube, a veces para alcanzar nuestros sueños, necesitamos un poco de ayuda. ¿Qué te parece si buscamos algo que te ayude a saltar más alto?"

Lila, emocionada, asintió y propuso:

"Podríamos construir una especie de trampolín. Juntaremos hojas, ramas y un poco de musgo. ¡Eso podría funcionar!"

Y así lo hicieron. Reunieron todo lo necesario y comenzaron a construir. Al cabo de un rato, el trampolín estaba listo y se veía muy divertido. Nube, entusiasmado, subió al nuevo artefacto y gritó:

"¡Allá voy!"

Con un gran salto desde el trampolín, Nube se elevó aún más alto. Pero en el aire, sintió una mezcla de emoción y miedo. ¡Estaba realmente volando! Sin embargo, justo cuando pensó que podía tocar la luna, su cuerpo empezó a caer de nuevo. El aterrizaje fue suave gracias al trampolín, pero aún le faltaba el toque lunar.

"¡Wuaaa! Eso estuvo increíble, pero sigo sin alcanzar la luna", dijo Nube, un poco desilusionado, mientras Lila y Hugo vitoreaban entusiasmados.

"No te preocupes, Nube. Lo importante es que intentaste algo diferente y aprendiste como hacerlo. ¡Nunca dejes de soñar!" dijo Lila.

Entonces, una idea brillante iluminó la mente de Hugo.

"¿Y si no intentamos alcanzar la luna, sino aprender sobre ella? ¿Te gustaría saber cómo es realmente? Hay un viejo roble en el bosque desde donde podremos ver más de cerca la luna."

Nube se entusiasmó con la idea y decidió, junto con sus amigos, que esa noche irían al roble.

Esa noche, los tres amigos se acomodaron bajo el gran roble y miraron el cielo estrellado. Con algunos cuentos que les contó Hugo al respecto, Nube descubrió que la luna estaba más lejos de lo que podía imaginar pero que había muchas cosas que podía aprender sobre ella. También entendió que no todo gira en torno a tocarlas, a veces lo importante es disfrutarlas y aprender.

"¡Gracias, amigos! Creo que ahora tengo un sueño nuevo: aprender más sobre las estrellas y la luna. ¿Quién sabe? Tal vez un día pueda convertir ese conocimiento en algo aún más grande."

Desde esa noche, Nube nunca dejó de soñar, pero tampoco olvidó que los sueños vienen en muchas formas y tamaños. Así, felices y llenos de aventura, continuaron sus días llenos de juegos, exploraciones y nuevos aprendizajes juntos. Y la luna, desde lo alto, siempre los observaba, sonriendo por sus esfuerzos y su amistad.

FIN.

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