Nuestro padre de corazón


Había una vez, en un pueblito tranquilo, vivía un abuelito llamado Jesús. Era un hombre amable, cariñoso y lleno de sabiduría. A su alrededor siempre estaban sus dos nietos, María y Juan. Ellos habían perdido a sus padres cuando eran muy pequeños, y el abuelito Jesús se había convertido en su figura paterna.

Cada día, el abuelito Jesús les enseñaba lecciones de vida a sus nietos. Les hablaba sobre la importancia del respeto, la honestidad y el amor. Les contaba historias fantásticas sobre aventuras, valentía y superación. María y Juan admiraban a su abuelito y deseaban ser como él.

Un día, el abuelito Jesús les propuso un desafío. Les dijo que debían superar una serie de pruebas para demostrar su valor y determinación. María y Juan aceptaron emocionados. La primera prueba consistía en ayudar a los vecinos del pueblo. Jesús les dijo: "Chicos, verán que al ayudar a los demás, también nos ayudamos a nosotros mismos".

Los tres se dispusieron a colaborar con quien lo necesitara. Ayudaron a una anciana a cruzar la calle, limpiaron el parque y compartieron la merienda con un niño que no tenía con qué alimentarse. Al final del día, el abuelito Jesús les preguntó a sus nietos qué habían aprendido. María dijo: "Aprendí que ser amable con los demás nos hace sentir bien". Juan agregó: "Descubrí que cuando ayudamos a los demás, creamos un mundo mejor para todos".

El abuelito Jesús sonrió con orgullo y les dijo que habían superado la primera prueba con éxito. Luego, les propuso la segunda prueba: enfrentar sus miedos. Les explicó que todos tenemos miedos, pero que enfrentarlos nos hace más fuertes. María y Juan asintieron con determinación.

Entonces, el abuelito Jesús los llevó al bosque, un lugar que les causaba temor. Les pidió que exploraran el bosque juntos. María y Juan se tomaron de la mano y comenzaron a caminar entre los árboles. En un momento, escucharon un ruido extraño y se asustaron. El abuelito Jesús les recordó que juntos eran valientes y que podían enfrentar cualquier miedo. Así, siguieron adelante y descubrieron que el ruido provenía de un pájaro. Al regresar a casa, el abuelito Jesús les preguntó qué habían aprendido. María respondió: "Entendí que es normal tener miedo, pero no debemos dejar que nos detenga". Juan concluyó: "Aprendí que juntos, podemos enfrentar cualquier temor".

El abuelito Jesús los abrazó con ternura y les dijo que habían superado la segunda prueba con valentía. Llegó el momento de la tercera y última prueba: hacer una obra buena sin esperar nada a cambio. Les dijo: "Cuando hacemos el bien, no buscamos recompensa. Simplemente lo hacemos porque es lo correcto".

Los tres se dispusieron a realizar una obra buena en secreto. Ayudaron a una familia necesitada, sin buscar reconocimiento. Al final del día, el abuelito Jesús les preguntó qué habían aprendido. María dijo: "Descubrí que hacer el bien nos llena de alegría, sin importar si recibimos algo a cambio". Juan agregó: "Aprendí que el verdadero valor está en ayudar a otros, sin esperar recompensa".

El abuelito Jesús, emocionado, les dijo que habían superado la última prueba con generosidad y desinterés. Les explicó que con esas pruebas, habían demostrado que tenían un corazón lleno de bondad, valentía y solidaridad. Les dijo: "Aunque no soy vuestro padre, siento un amor tan grande por ustedes como si lo fuera. Ustedes son mis hijos del corazón".

María y Juan abrazaron a su abuelito con cariño. Habían aprendido lecciones valiosas y habían demostrado que, aunque la vida a veces puede ser difícil, siempre hay espacio para la generosidad, el amor y la superación. Juntos, habían formado una hermosa familia basada en el cariño, la enseñanza y el respeto mutuo.

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